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cosas públicas

Patriotismo

El País: El nacionalismo español nunca parece haber sido fuerte. No lo fue a lo largo del siglo XIX por la debilidad del Estado liberal, aunque debemos recordar que, incluso en Francia, el más fuerte y centralizado de los Estados europeos, y a finales de ese mismo siglo, los campesinos aún se sentían bretones o saboyanos más que franceses. De hecho, fueron las dos grandes guerras mundiales las que azuzarían el nacionalismo en Francia o Inglaterra. España, por supuesto, no participó en ellas pero sí en varias guerras civiles durante el XIX más la espantosa matanza del 36-39, ciertamente no el mejor ambiente para el florecimiento del patriotismo, de modo que la cultura española se ha regodeado más en la excepcionalidad de nuestra decadencia que en la de nuestra eventual grandeza. Y por si fuera poco, y de modo similar a lo que ocurrió en Alemania e Italia, el franquismo abusó de los escasos símbolos de unidad dejándolos casi inservibles. El resultado, que puede sorprender a muchos, es que los españoles somos uno de los pueblos menos nacionalistas.

No es una opinión a la ligera y me baso para ello en el Informe Mundial sobre la Cultura editado por la Unesco (en inglés en 2000), y concretamente en el capítulo 14, escrito por Jos W. Becker con datos de una encuesta internacional realizada en 24 países de todo el mundo. Para comenzar, los españoles somos muy localistas y, comparados con otros países, nos identificamos bastante más con la provincia y la ciudad de residencia y mucho menos con el propio país. Además, el orgullo de ser español sigue siendo muy bajo. De los 24 países estudiados, y junto con los Países Bajos, somos los que estamos menos de acuerdo con la frase quiero ser ciudadano de mi país. La media es del 47% pero en España baja a nada menos que el 25%. Para comparar, en un país fuertemente nacionalista como es Japón, sube al 72%. Otro tanto ocurre con la idea de que mi país es el mejor; la media es del 18%, pero en España es del 6% y en Japón del 52%. Son datos reveladores de muy escaso orgullo nacional.

Sin duda por ello exigimos bastante poco de quien desee ser ciudadano español. Respecto a los criterios necesarios para ser un verdadero ciudadano somos los menos exigentes en el requisito de hablar una lengua, sin duda el indicador más fuerte de nacionalismo identitario; sólo un 32% de los españoles lo exige cuando la media es del 59%. Pero incluso en el requisito de haber nacido en el país o en el de ser residente por largo tiempo estamos en los últimos lugares.

Así, y para terminar, no es de extrañar que cuando el informe de la Unesco elabora un ranking de los 24 países por su nivel de nacionalismo, España ocupa el lugar 23, el penúltimo, seguido por los Países Bajos y precedido por Italia. Hay quien dice que, patriotismo, ni siquiera el constitucional. Pues bien, eso es lo que parecen opinar ya los españoles, mucho antes de que tratemos de convencerles.

De modo que la propuesta del PSOE, aceptada al menos inicialmente por el PP, de hacer del patriotismo constitucional la base de un nuevo nacionalismo español postnacionalista encuentra terreno abonado. No debe sorprender por ello que sean los nacionalismos vasco o catalán quienes se oponen a esta formulación. Ambos siguen anclados en concepciones decimonónicas de la nación basadas en la lengua, ambos tratan de enfervorizar a sus ciudadanos con símbolos y ritos, ambos entienden sus patriotismos de modo sustancial y excluyente y necesitan por ello un enemigo al que poder zaherir con el argumento de que tú sí que eres nacionalista. Nada puede desorientarles más que encontrarse con que los españoles apostamos por una ciudadanía cosmopolita y abierta frente a la cual carecen de argumentos. Por eso, porque comparto ese patriotismo constitucional, me irrita y disgusta tanto como a ellos el menosprecio de que han sido objeto en la composición del Tribunal Constitucional y las impertinentes declaraciones de su presidente, o el más reciente de la Warner al negarles autorización para el doblaje de una película al catalán. Por una vez tiene razón Pujol, aunque sea con argumentos contrarios a los suyos.

E. Lamo de Espinosa, 2001-11-22

El Correo Español-El Pueblo Vasco: En un reciente y espléndido artículo, Antonio Muñoz Molina señalaba que a él le parecía bien que el nacionalismo fuese legítimo, pero se negaba a aceptarlo como obligatorio. Sin embargo precisamente el primer dogma nacionalista es la obligatoriedad del nacionalismo: o bien se es nacionalista de los suyos o bien se es nacionalista de los otros, pero nadie puede escaparse de ser nacionalista, porque por lo visto el nacionalismo es característica esencial del ser humano, como la mortalidad o la risa. De modo que cualquier crítica al nacionalismo no puede brotar más que del nacionalismo opuesto, lo cual la neutraliza. Como también las críticas al nacionalismo son nacionalistas no pueden desmentirlo sino que lo confirman, lo cual llena de júbilo al nacionalista, que suele ser proclive a las alegrías sencillas de la vida.

F. Savater, 1997-06-14

Nosotros, los vascos

Libertad Digital: En su primer discurso como presidente del PNV en el "Día del partido", celebrado en la localidad alavesa de Foronda, Josu Jon Imaz ha hecho un llamamiento a la movilización de las bases de su partido para que en las próximas elecciones autonómicas, previstas para mayo, los nacionalistas logren la mayoría absoluta que permita aprobar el plan Ibarretxe en el Parlamento vasco.

Se constata una vez más, pues, la determinación de los nacionalistas en subvertir lo que es una consulta para que los ciudadanos vascos elijan a sus representantes autonómicos de los próximos cuatro años, y convertirla en coartada para violar el Estado de Derecho y decidir a su antojo el entramado político y constitucional del Pais Vasco y del resto de España. Una especie de pretensión golpista con la excusa de las urnas, pero a la que tampoco se renunciará en ningún caso.

En este sentido, Imaz se ha dirigido al jefe de Gobierno, Rodríguez Zapatero, "ahora que se abre una reforma constitucional", para advertirle, con esa forma característicamente totalitaria del nacionalismo identitario, de que "los vascos sólo aceptaremos participar en un proyecto de Estado en el que podamos participar desde nuestra libre decisión; nunca aceptaremos una Constitución española que no nos reconozca este derecho".

Se olvida Imaz de que los vascos ya votaron mayoritariamente a favor de la Constitución española y que, desde entonces, tienen la misma "libertad de decisión" política que el resto de los españoles. Aunque nunca se debe renunciar a hacer pedagogía frente al contradictorio y falso derecho de autdeterminación, la verdad es que poca novedad hay en el discurso de Imaz: Los "trastornos de identidad" de los nacionalistas serán siempre incurables mientras se apropien en exclusiva de los vascos y mientras hablen siempre de ellos en primera persona del plural.

Lo único que cabe constatar es que el famoso "talante ZP" -que, frente a la "crispación" e "inmovilismo" de Aznar, tanto se nos prometía como pócima para aplacar a los nacionalistas- lo único que logra es hacerlos más insaciables. No era poco el delirio que les inculcó el padre fundador Sabino Arana, como para que ahora vengan a darles cuerda el Zapatero de la fija sonrisa, de la mano de Maragall-Rovira y de la identidad de los pueblos de España...

Editorial, 2004-09-27

Necesidad de pedagogía en España

Necesidad de pedagogía en España La Revista: El 12 de marzo de 1910, José Ortega y Gasset dicta la célebre conferencia en la Sociedad "El Sitio" de Bilbao, "La pedagogía social como programa político". Así hablaba Ortega: "Si la educación es transformación de una realidad en el sentido de cierta idea mejor que poseemos y la educación no ha de ser sino social, tendremos que la pedagogía es la ciencia de transformar las sociedades. Antes llamamos a esto política: he aquí, pues, que la política se ha hecho para nosotros pedagogía social y el problema español es un problema pedagógico". En su discurso, Ortega aclara que por "social" debe entenderse la combinación de los esfuerzos individuales con el fin de componer una obra común y de mejorar nuestra realidad y "nuestro ser radical", o sea, España. ¿Por qué el problema de España es pedagógico? Porque para su "salvación" es preciso reforzar la cooperación entre los españoles, al tiempo que se les cultiva y regenera alrededor de la conciencia española en el horizonte de la europeización.

Dejemos ahora de lado el controvertible asunto de este dictamen orteguiano que precisamente remata el texto en cuestión ("Verdaderamente se vio claro desde un principio que España era el problema y Europa la solución"), pues ya tendremos tiempo, al menos hasta la fecha de la ratificación de la Constitución europea, para debatir sobre su pertinencia en nuestros días y nuestras circunstancias. Y sigamos. ¿Por qué pedagogía social? Porque España está regida por humores sentimentales y corpúsculos de simpatía o antipatía, y con este bagaje emocional no se sostiene ni mejora una nación: "Y como entre individuos los motivos de divergencia y antipatía son a la larga mayores que los de la concordia y simpatía, he aquí nuestra nación en la actualidad disgregada en átomos: nuestra actividad se reduce a negarse unas personalidades a otras, unos grupos a otros, unas regiones a otras".

No nos equivoquemos. Los nuevos aires queridos insuflados a lo que queda de España con gracia incomparable por la vicepresidenta y las ministras de Educación y de Cultura, siempre con la bendición de Zapatero, no apuntan a un reforzamiento de los programas de estudio y del currículo, que crispan a los alumnos y suenan muy mal, sino a un plan de formación del espíritu audiovisual y a una educación en valores (de izquierda), lúdica y sencilla, que les entra a uno en su conciencia social como si nada. Así ya puede fácilmente tomarse como inapelable el veredicto popular, y sostener que el público siempre tiene razón, o sea, tras haberlo adoctrinado con creencias y supersticiones que cuadran con el prontuario socialista y con píldoras de pensamiento único políticamente correcto que casi todos se las tragan sin soltar un hipo. Y si no es el caso, se produce una película ad hoc.

La doctrina está servida en forma de activa alianza de la pedagogía socialista y las fuerzas de la cultura. Ministras y cineastas enseñan juntos los valores y las leyes progresistas. ¿Cómo divulgar la acción de Gobierno sobre la eutanasia? He aquí Amenábar y su Mar adentro. ¿Violencia "de género"? Icíar Bollaín y Te doy mis ojos. ¿El "problema vasco"? Julio Medem y su Pelota vasca. ¿Los astilleros españoles en lucha? Fernando León de Aranoa y su Los lunes al sol. Y en este plan. Producciones Polanco & Rubalcaba Brothers y Asociados ya preparan las lecciones de cine sobre los matrimonios homosexuales, la investigación con células madre, la cultura revolucionaria del agua y la renovada televisión de nuestro corazón, corazón, para superar así la confrontación en España.

Fernando R. Genovés, 2004-09-17

Argumentos aplastantes

Libertad Digital: Nunca tanta retórica estuvo tan vacía de contenido. Nunca se solemnizó de esta forma lo obvio, cuando no lo contradictorio. Nunca tanta vacuidad se descubrió en las intervenciones públicas de un presidente del Gobierno. Parece que dice mucho, para luego no decir nada y cuando intenta concretar algo es pavoroso lo que se puede intuir.

¿Saben de quién estamos hablando? Efectivamente, no es muy complicado. Nos referimos a José Luis Rodríguez Zapatero. La rueda de prensa ofrecida este martes en Naciones Unidas como adelanto a su intervención ante la Asamblea General es un ejemplo muy clarificador de alguien que no sabe lo que dice y que desde luego es mejor que no dijera nada. Cuando hace amago de realizar grandes planteamientos en público es para echarse a temblar.

Zapatero, tan campante, como quien habla del último partido de liga, ha aprovechado su estancia en Naciones Unidas para decir que la paz necesita más valentía que la guerra o que propone una gran alianza internacional para que no vuelvan a construirse muros entre civilizaciones. Zapatero filosofa sobre la vida, sobre los sentimientos y sobre la historia. Redicho, cursi y aparatoso en las formas, pero vacío en el fondo.

Zapatero se enreda en sus propias trampas dialécticas, con un resultado final desastroso. El presidente del Gobierno, intenta frenar su falta de gestión, con palabras y más palabras. Al final todo es simple palabrería. Vacía y sin sentido. El problema es que cuando esa palabrería viene de un responsable político se convierte en peligrosa. Esto no es juego, ni una adivinanza. Y Zapatero es llamativamente superficial. Ese es el problema.

Ignacio Villa, 2004-09-21

Libertad Digital: El asombro y la estupefacción va en aumento. Cada nuevo vistazo al discurso de Zapatero no hace más que provocar una mayor incredulidad. ¿Es posible que el presidente del Gobierno de España haya leído este texto en Naciones Unidas? ¿Es posible decir, en menos tiempo, tantas boberías? ¿Es posible tanto ridículo en algo más de un cuarto de hora? Sinceramente, la intervención de Zapatero en Nueva York pasará a la historia por su carácter marcadamente infantil.

Hay de todas formas una cuestión clave en esta historia. ¿Vive ZP en otro mundo, en un mundo feliz, o es que se refugia en las "utopías hippies" para esconder su incapacidad de afrontar y gestionar la política y la economía española? Zapatero ha tardado muy poco tiempo en apalancarse en las tribunas internacionales para no enfrentarse a las grandes cuestiones a las que tiene que hacer frente su Gobierno.

"Seamos todos buenos" dice el presidente del Gobierno, mientras, los astilleros están en la calle, el déficit del Estado sube, la política de inmigración es un desastre, la reforma constitucional está abierta y su crédito internacional es inexistente. Zapatero rehuye sus responsabilidades escudándose en viejas ideas más propias de una sociedad marginal que de una sociedad del siglo XXI en pleno desarrollo y con muchos retos por delante.

Es preocupante que el Jefe del Ejecutivo se atrinchere en una filosofía barata y de medio pelo, trasnochada y caduca en un intento de dar contenido a un recipiente que rebosa banalidad. Pero -¡ojo!- que está actitud es "altamente peligrosa". Detrás de la "foto pacifista" hay una clara imposibilidad de gobernar. Y en muy poco tiempo pagaremos todos los españoles esa irresponsabilidad. Estamos en pleno proceso: del talante al iluminismo. ¡La que se nos viene encima!

Ignacio Villa, 2004-09-22

Posesión de los medios

Libertad Digital: Si no fuera trágico sería para revolcarse de risa. Juan Luis Cebrián, respaldado por una altísima autoridad militar -que, por cierto, hace un papelón infame respaldando esos mítines sectarios-, va y denuncia las tremendas presiones, qué digo presiones, extorsiones que ha padecido su grupo bajo el aznarismo. Les dio el monopolio de la televisión de pago, les permitió seguir incumpliendo la sentencia del Supremo que les obligaba a devolver las emisoras de Antena 3, les legalizó la red de televisiones locales ilegales Localia, en vez de cerrársela, prevaricó al por mayor para favorecerlos, o dejó que otros prevaricaran bajo su presidencia, que no se sabe qué es peor. No sólo les permitió mantener su poder, ya inmenso, sino que les permitió acrecentarlo hasta extremos incompatibles con la pluralidad y la libertad, sin parangón en Europa y en ningún país del mundo occidental. Bueno, pues encima se quejan. Realmente debe de haber algo maligno en las meninges de los gestores del Imperio porque tanto desagradecimiento a quien los ha hecho todavía más multimillonarios es algo así como una malformación genética, sólo descodificable en clave política.

Supongo que cuando alguien con la biografía de Cebrián -niño mimado del franquismo, el comisario político-informativo más joven del régimen en su ocaso- pretende insultar a Aznar como hizo recientemente en Argentina, diciendo que es "el típico representante del fascismo sociológico" exorciza sus propios fantasmas, rehace una trayectoria vital inexistente y, como dijo una vez en público, elige a sus padres, es decir, se inventa una biografía en el mejor estilo del totalitarismo. Aún así, sorprende tanto odio contra alguien que está fuera del poder, teniendo ellos, los del Imperio, tantísimo. Pero si no en los anales de la psicología o incluso de la psiquiatría, el "Caso Cebrián" debería instalarse y estudiarse en los de criminología avanzada. No hay un caso semejante, ni siquiera aproximado, en que un supuesto extorsionado le saque tanto al supuesto extorsionador. Si cundiera el ejemplo, la delincuencia en España tendría sus días contados. Ser ladrón o chantajista sería tan mal negocio que hasta el más adusto delincuente colgaría la faca y la pipa y se pondría a hacer oposiciones a funcionario. Bueno, también podría entrar en PRISA y tratar de hacerse multimillonario, porque aún queda alguna cosa que puede entregarle el Gobierno al insaciable polanquismo. Por el Gobierno, no será. Lo que dudo es que lo permita Cebrián. Buena es el ama de llaves, y todavía en vida de Rebeca.

Teología

Teología El País.

Impuesto contra la pobreza

La Voz de Galicia: En Nueva York, el lunes pasado, al margen de la Asamblea General de Naciones Unidas, se reunieron los responsables de cuatro países -Brasil, Chile, España y Francia- y presentaron las conclusiones de un informe sobre los "nuevos mecanismos de financiamiento" para luchar contra la pobreza y el hambre.

¿De qué se trata? Pues de retomar esa idea que yo había lanzado en 1997 apoyándome en una propuesta del economista estadounidense James Tobin. Éste había sugerido crear una tasa sobre las transacciones financieras para reducir la especulación en el mercado de cambios. Su preocupación era evitar el sobrecalentamiento en la compra y venta de divisas, pues temía que una explosión especulativa pudiera provocar el derrumbe de todo el sistema financiero internacional.

Sobre esa base, había propuesto yo que esa tasa se concibiera como un impuesto internacional cobrado, a escala planetaria, por un organismo de la ONU, y que las sumas así recogidas -unos sesenta mil millones de euros al año- sirvieran para combatir la pobreza y el subdesarrollo en el mundo. Es, en mi opinión, la única manera sensata de reducir también la violencia, las injusticias y el terrorismo. Con esta filosofía creamos, en 1998, la asociación Attac y luego, con muchos otros amigos, el Foro Social Mundial de Porto Alegre.

Ese proyecto de un impuesto mundial contra la pobreza (basado o no en la tasa Tobin) suscitó violentas reacciones hostiles, pero la idea siguió caminando. Cada día, un mayor número de ciudadanos y hasta de empresarios y de dirigentes políticos se dan cuenta de que ese impuesto puede moderar la violencia de la globalización económica en un mundo en el que los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres y más numerosos.

Por eso, cuando en el último Foro de Davos, en enero del 2004, y en presencia de los nuevos amos del mundo, el presidente Lula de Brasil lanzó un llamamiento para la creación de un fondo mundial contra el hambre, obtuvo una reacción muy favorable. El presidente francés Jacques Chirac y el de Chile Ricardo Lagos apoyaron la iniciativa a la que se unió hace poco el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.

Los cuatro mandatarios defienden la idea de una tasa internacional (a la que se opone con ferocidad Estados Unidos) aplicada a las transacciones financieras y al comercio de las armas. Lula ha repetido que los gastos de armamento mobilizan medios financieros, materiales y humanos que podrían invertirse con mayor progreso en programas sociales.

Está demostrado que para alcanzar los objetivos del Milenario -dividir por dos la pobreza mundial de aquí al 2015- es indispensable encontrar recursos financieros suplementarios, ya que la ayuda pública resulta insuficiente y que, según el Banco Mundial, se necesitan unos 50.000 millones de euros anuales¿ El año próximo, en septiembre, tendrá lugar la Cumbre sobre el desarrollo y si no se quiere que ésta fracase habrá que avanzar -no hay otra vía- en la puesta a punto de ese impuesto mundial.

Ideas no faltan, y además de la tasa sobre las ventas mundiales de armas y sobre las transacciones financieras internacionales, algunos sugieren que se cree una tasa sobre los transportes aéreos y marítimos, o sobre los beneficios de las grandes empresas multinacionales, o sobre la venta de hidrocarburos, o sobre el consumo mundial de electricidad, o sobre las comunicaciones telefónicas.

El objetivo es encontrar una solución nueva y solidaria, fácil de aplicar, para transformar un mundo en el que coexisten una miseria extrema y una inmensa prosperidad. Y para reducir los grandes riesgos geopolíticos que eso significa.

I. Ramonet, 2004-09-22

Medir nuestra huella

Medir nuestra huella La Jornada: Una vez que se tiene el cálculo de la superficie requerida para mantener el nivel de consumo a nivel de un país, se puede estimar la huella ecológica per cápita. Esa superficie representa el "planetoide personal", la superficie productiva de la Tierra que cada habitante está utilizando anualmente.

El demuestra que casi todos los países industrializados tienen una huella ecológica más amplia que la de su territorio. Por ejemplo, Holanda es considerada un éxito ambiental por todo visitante. Su superficie es de 33 mil 920 kilómetros cuadrados, tiene pocos recursos, se cuidan bien y los niveles de contaminación se antojan bajos. Pero Mathis y Wackernagel estiman que los holandeses requieren un área 15 veces mayor para mantener su nivel de consumo de alimentos, maderables y energía. Por sí sola, la huella alimenticia rebasa 140 mil kilómetros cuadrados, y esa superficie está en países subdesarrollados que exportan alimentos a Holanda (algunos de estos productos primarios son procesados y exportados por la industria alimentaria holandesa).

De acuerdo con estos cálculos, la gran mayoría de los países industrializados (Japón y Estados Unidos a la cabeza) mantiene un déficit ambiental sumamente importante con el resto del mundo. Canadá es una excepción porque se trata de un país muy extenso, con buena dotación de recursos naturales y baja densidad de población. Estados Unidos e Inglaterra se encuentran entre los países con un déficit ambiental más intenso. En general, todos los países de la OCDE, por ejemplo, mantienen una huella ecológica que se deja sentir hasta los más recónditos bosques de Borneo y las cañadas de Papua Nueva Guinea.

El cálculo de la huella ecológica y el planetoide personal es un ejercicio complejo que todavía necesita ser refinado. Por un lado, la necesidad de información estadística de buena calidad es muy alta. Por otro, y más importante, sería conveniente usar técnicas de cálculo matricial para dar cuenta de las interdependencias en el interior del aparato productivo mundial con una matriz insumo producto. Todavía falta mucho para llegar a ese nivel de análisis, pero la línea de trabajo es adecuada. En el futuro será necesario afinar la metodología para tomar en cuenta los efectos de escala que puede acarrear una huella ecológica desmedida.

No se puede colocar en el mismo plano la huella ecológica de un habitante en Bangladesh, luchando por sobrevivir en una pequeña parcela en la que cultiva arroz con la ayuda de un búfalo, y la de un europeo que circula por las autopistas alemanas en vehículo de lujo. Hay un problema ético aquí: la huella ecológica de subsistencia no es lo mismo que la de opulencia. Hay umbrales por debajo de los cuales no puede juzgarse con el mismo rasero la contribución ecológica de un habitante. Por eso el cálculo de la huella ecológica de cada país tiene implicaciones políticas de primera magnitud. Las negociaciones internacionales en materia de cambio climático y conservación de la biodiversidad, por ejemplo, serán radicalmente diferentes al usar como referencia la huella ecológica.

Alejandro Nadal, 2004-09-08

Mercado libre

Libertad Digital: Según Mailer, "el llamado mercado libre de lo que se preocupa es de enriquecer a las corporaciones más poderosas. Creo que la última tendencia del mercado libre es que los pobres sean aún más pobres". Uno de los clásicos atavismo antiliberales es la idea de que la riqueza no es creación sino robo. Así, si una empresa se enriquece, ello necesariamente daña a los demás. De ahí se salta a la conclusión de que cuanto más libertad, más pobreza. Todo lo que sabemos sobre cómo son los mercados y la economía en la realidad va en sentido contrario: cuanto más mercado, más bienestar para más gente, y cuando menos mercado, menos bienestar para más gente.

Probst Solomon aseguró que el presidente Roosevelt sacó a EE UU de la recesión en los años 1930, otro dogma caro al pensamiento único y que casa muy mal con los hechos, que indican que el intervencionismo de Roosevelt tuvo el efecto contrario: demoró la salida del país de la Gran Depresión. Lo que sí hizo Roosevelt es lo que han hecho los enemigos de la libertad hasta hoy: obligar al pueblo a que pague a los artistas, con lo que todos ellos, desde Judy Garland hasta el menos célebre, lo idolatraron y contribuyeron a la falsa imagen de Roosevelt como abnegado servidor del pueblo. Vamos, que Rodríguez Zapatero y Carmen Calvo, a la hora de hostigar a los trabajadores a favor del "mundo de la cultura", no han inventado nada.

C. Rodríguez Braun, 2004-07

Libertad Digital: "¡Comparte los bienes! Tu acumulación genera el empobrecimiento de quienes viven a tu alrededor"?. Comprendo que bobadas como esta regocijen al pensamiento único, que no percibe que son falsas y reaccionarias.

No hay falacia económica más antigua que la asociación entre riqueza y pobreza, que sostiene que no hay forma de enriquecerse sin empobrecer a alguien, que toda prosperidad supone miseria, que no puedo ganar un euro sin robárselo a otro. En pura lógica, si esto fuera así, la humanidad jamás habría podido prosperar: en los llamados juegos de suma cero, donde uno sólo gana si algún otro pierde, la suma total es siempre la misma. Si la humanidad ha dejado atrás las cavernas es porque Tamayo no tiene razón: no es verdad que tu acumulación genere el empobrecimiento de quienes te rodean. Al contrario, si la humanidad sólo hubiese compartido y jamás hubiese comerciado, seguiríamos en las cavernas.

C. Rodríguez Braun, 2004-09-13

Responsabilidades (1)

La Voz de Galicia: Lo primero que dijo Bush aquel día, tan pronto como el miedo le permitió bajarse del avión y comparecer ante su pueblo, fue que estábamos en guerra, y que la U.S. Army buscaría a los terroristas en las más remotas madrigueras. Y lo primero que dije yo, en el artículo del día 12, fue que era un gravísimo error combatir al terrorismo con la guerra y con su ley, que se estaba elevando a Bin Laden a la categoría de Estado sin territorio, y que se estaba olvidando que el terrorismo habita y utiliza las mismas estructuras sociales en las que nosotros vivimos.

Bush se equivocó totalmente, aunque todavía no lo acepta. Y yo acerté plenamente, aunque tuve que esperar hasta ayer mismo para que, acuciado por el desastre de Beslám, también el Financial Times se sumase a la teoría de que la guerra y el terrorismo operan en planos distintos, y que, lejos de acabar con el contexto en el que florecen los suicidas, las guerras económicas son su mejor criadero. Y menos mal que se equivocó Bush y no yo. Porque la guerra de Bush la estamos perdiendo, mientras que la democracia global vuelve a reverdecer como las más hermosa y eficiente utopía del mundo, o como la única esperanza que nos queda para frenar la escalada bélica en la que nos están metiendo los que, lejos de buscar la paz, pusieron en marcha el negocio de la guerra.

Tres años después del ataque al World Trade Center, la franquicia terrorista llamada Al Qaeda pasea su terror por todo el mundo, marca la agenda de los Estados más poderosos, influye en los procesos electorales, mata donde le peta, gana adeptos para esa locura asesina de las guerras preventivas, avergüenza a las democracias con nombres como Guantánamo, Kandahar o Abu Ghraib, y acelera la escalada de conflictos en la que los terroristas no pierden nada y los ciudadanos lo perdemos todo. Por eso es hora de aceptar que el 11-S no movió la historia hacia delante. Sólo nos hizo regresar a los tiempos en los que todavía se creía que la guerra era una solución. Porque eso es lo que piensan, por desgracia, el hijo de Bush y el hijo de Putin.

X.L. Barreiro, 2004-09-11

Responsabilidades (y 2)

Libertad Digital: Tres años después del 11-S y seis meses después del 11-M la única conclusión que se impone es que el enemigo de la libertad, el auténtico peligro para la civilización occidental está en casa, que toda la fuerza de los Ben Laden y compañía es eso: la compañía. Pero esa fuerza que hace realmente temible al terrorismo islámico es la misma que tenía contra las cuerdas a las democracias liberales en los años setenta, es la misma que entregó Vietnam, Laos y Camboya al comunismo, y trató de hacer otra Cuba en Granada, Nicaragua o El Salvador. Es la misma que ahora ha utilizado la guerra de Irak para acabar con los gobiernos liberal-conservadores, es la misma que ha aprovechado, si no colaborado, con los asesinos de Madrid para acabar con el Gobierno del PP. Es la misma que utiliza la ONU como escudo contra la única potencia con la capacidad y la voluntad de defender el bien llamado mundo libre. Es Chomsky y es Kerry, es Ramonet y es Chirac, es Cebrián y Zapatero.

A estas alturas, nadie puede ya dudar de que el comunismo no cayó por la presión de las democracias sino por la conjunción de un gobernante afortunado y admirable, Ronald Reagan, que sí creía en la libertad y que con su impenitente optimismo americano y su insólita disposición a luchar provocó la caída de un Muro de Berlín y de una URSS que estaban en peor estado del que ellos y nosotros suponíamos. Pero desde entonces, los que con el Imperio Soviético perdieron su única referencia política real han sido capaces de sobrevivir haciendo lo único que siempre han sabido: minar el sistema de libertades desde dentro, desacreditar sus valores, luchar en todos los ámbitos contra la herencia de Occidente, cuyo bimilenario fruto es precisamente ése, el de la libertad, único capaz de crear una continua y creciente prosperidad a los humanos dispuestos a correr ese riesgo.

Pero no nos engañemos: para la gran mayoría de los periodistas, de los profesores, de los políticos e incluso de los ciudadanos de los países occidentales, tanto europeos como americanos y asiáticos, la libertad es una especie de regalo, un derecho con el que piensan que nacen y que deben disfrutar como los niños sus juguetes: hasta romperlos. No sabemos lo que sucederá en las elecciones norteamericanas, si John Kerry, el típico demócrata indeseable, ganará las elecciones a un Bush con más voluntad que acierto, aunque siempre en los USA nos haya salvado su voluntad. Pero en la Unión Europea hemos visto desde el 11-S la misma abyección que hasta ahora habíamos leído en los libros de historia sobre el apaciguamiento ante Hitler. Abyecta Alemania, abyecta Francia, pobre y desgraciada España, que de ser el país más firme en la lucha contra el terrorismo se ha convertido en el más débil, en un despojo militar y un pingajo diplomático. En España ha demostrado el terrorismo que, contando con la quinta columna de siempre, la de los enemigos del liberalismo y de la democracia, puede hacer y deshacer Gobiernos, cambiar resultados electorales y provocar colapsos militares y políticos. A Occidente le han declarado la guerra los islamistas pero la mitad de Occidente sólo quiere que esa guerra la pierdan los norteamericanos. Esa es la verdad.

Seguiremos defendiendo la libertad los que ni queremos, ni podemos ni sabemos hacer otra cosa. Pero cada día es más difícil luchar contra esta conjura de los necios, contra esta ruleta rusa que está cargando la frivolidad de unos intelectuales y una clase dirigente en los países occidentales que no merecen sino la extinción a la que juegan. Sabemos lo que combatimos, pero debemos reconocer con quién nos enfrentamos. No es Ben Laden, es Chirac. No son los talibanes, son los socialistas y comunistas, los millonarios de izquierdas, los progres de salón, los funcionarios de la rendición. Son los de hace tres años, y treinta, y ciento treinta. Son los de siempre.

F. Jiménez Losantos, 2004-09-13

Concepto de mercado

Liberalismo: Cada día escuchamos algo acerca de los mercados. Tu presentador de las noticias de las 6 en punto puede que diga: "El mercado tuvo un mal día." El año pasado, el Presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, habló acerca de la exuberancia irracional del mercado. Supongo que ahora él diría que el mercado tiene un pesimismo irracional.

En la universidad, tu profesor pudo haberte dicho que no se puede confiar en el mercado y que por eso necesitamos al gobierno. Tu político puede que moralice: "A quién le tocará recibir medicinas recetadas por un médico no es algo que debería dejarse a lo que decida el mercado." Un líder de derechos civiles o un feminista puede que diga que el mercado es racista y sexista y posiblemente homofóbico.

Aquí está mi pregunta: ¿quién es este tipo al que llamamos el mercado? Si él provoca tanto desorden en la vida de la gente, ¿no deberíamos nosotros encontrar una manera de hacer que se comporte bien? Si es que vamos a enderezar a este tipo o mercado, deberíamos empezar primero identificándolo.

Supón que cada americano soltero simplemente siguiese ocupándose de sus asuntos personales cada día, que mantuviese su dinero en su bolsillo y que no tuviese absolutamente nada que ver con el mercado de valores. ¿Sería el mercado de valores exuberante o pesimista? ¿Qué es lo que un presentador de las noticias diría sobre qué hizo el mercado hoy? Mi suposición es que el mercado no haría nada. De hecho, el mercado de valores ni siquiera existiría.

Dices: "¿Cuál es tu razonamiento, Williams?"

Lo que llamamos el mercado de valores es literalmente miles de millones de personas independientes en todo el mundo, que toman decisiones independientes.

Un ejemplo presentado sencillamente es este: yo creo o adivino que aumentará el precio de las acciones de AT&T, de manera que quiero comprar cien de ellas. Alguna otra persona puede que piense o adivine que disminuirá el precio de las acciones de AT&T, de manera que él quiere vender sus cien - pero hay un gran problema. Yo no sé donde está él y él no sabe donde estoy yo. No hay porqué sudar al respecto. Hay especialistas que, por un precio, nos juntan a ambos para que podamos hacer la transacción. Les llamamos agentes de bolsa.

Los profesores de colegio son más importantes para la sociedad que los jugadores profesionales de baloncesto. El hecho de que jugadores de baloncesto profesional ganen más dinero induce a alguna gente a condenar al mercado por no tener las prioridades correctas. La razón por la cual los jugadores profesionales de baloncesto ganan más dinero es un resultado de la realidad así como de las decisiones tomadas por millones de consumidores.

La primera realidad es que el número de personas con habilidades para hacer lo que Michael Jordan hace es mucho más pequeño que el número de personas que poseen las habilidades de un profesor. La segunda realidad es que la contribución personal de Michael Jordan al provecho de la sociedad excede por mucho a la contribución personal de un profesor individual. La tercera realidad es que millones de millones de americanos quieren verlo jugar y que ofrecen muchos dólares por verlo en acción.

Lo que llamamos el mercado es en realidad un proceso democrático que involucra a millones, y en algunos mercados a miles de millones, de personas tomando decisiones personales que expresan sus preferencias. Cuando escuchas a alguien decir que él no confía en el mercado y que quiere reemplazarlo por decretos gubernamentales, realmente está pidiendo el cambio de un proceso democrático por uno totalitario.

Un excelente ejemplo es cuando la gente exige que el gobierno confisque los ingresos de los americanos más ricos para dárselos a los americanos más pobres. Michael Jordan es mucho más rico que yo, ¿pero quién o qué es lo que ha hecho que eso sea así? Son decisiones tomadas por millones de personas que prefieren aflojar su dinero para verlo jugar al baloncesto. Yo sería igual de rico si ellos estuvieran dispuestos a hacer lo mismo por verme a mí jugar. Cuando la gente condena las ganancias de Jordan, realmente están condenando las decisiones voluntarias tomadas por millones de personas.

Los tiranos siempre condenan y buscan sustituir al proceso del mercado por la coerción del gobierno, porque los tiranos no confían en que la gente, actuando voluntariamente, hará lo que los tiranos piensan que debería hacer.

Walter Williams, 2004-06

Intervencionismo

Liberalismo: El intervencionismo es cualquier acto del gobierno que representa el inicio de fuerza física y al mismo tiempo no llega a imponer un sistema económico socialista completo en el que la producción se desarrolla enteramente o al menos característicamente, por iniciativa del gobierno. Al contrario que en el socialismo, el intervencionismo es un sistema en que la producción se caracteriza por desarrollarse por iniciativa privada, incluyendo empresas privadas, y el motivo último es el deseo de obtener beneficio. El intervencionismo existe en el marco de una economía de mercado, aunque como Von Mises dice, una economía de mercado así es una economía de mercado entorpecida.

Muchos países, de los que a menudo se piensa que son socialistas, bien sea ahora o en el pasado, como Suecia, Israel, y el Reino Unido bajo el antiguo partido laborista, deberían verse como economías de mercado entorpecidas y restringidas porque la producción en esos países se caracteriza o caracterizaba, por desarrollarse bajo iniciativa privada, y motivada por el beneficio. El efecto del intervencionismo extensivo en esos países es o era el de impedir a los ciudadanos hacer muchísimas cosas que habrían hecho si hubieran sido libres de hacerlo y el de obligar a hacer muchísimas cosas que no habrían hecho si no hubieran sido obligados a hacerlo. Pero dentro de esos límites, las decisiones que atañen a la producción se toman y tomaban por individuos motivados por la posibilidad de obtener beneficios y evitar pérdidas. Por tanto, es todavía la iniciativa privada, motivada por el beneficio, la que anima e impulsa la economía de esos países. El hecho de que el partido en el gobierno de esos países se llame socialista y apoye la filosofía del socialismo no es suficiente para convertir a esos países en estados socialistas.

Los únicos países verdaderamente socialistas que han existido son la antigua Unión Soviética y sus países satélites del este de Europa, la China comunista y sus satélites, Cuba y muy importante también, la Alemania Nazi. [...] De esta manera la distinción entre intervencionismo y socialismo es ahora clara.

Sin embargo, también es necesario distinguir el intervencionismo de la acción adecuada y legítima del gobierno, que no constituye intervencionismo.

Toda acción gubernamental, buena o mala, lleva consigo el uso de la fuerza física, como bien dice una expresión latina "nulla lege sine poena" que significa "no hay ley sin castigo". Cada ley, edicto, decreto o regulación que pone en marcha el gobierno, está respaldada por el uso de la fuerza física, llegando incluso al extremo de la muerte si alguien no la obedece. Y esto se aplica incluso a las ofensas sin demasiada importancia, como la negativa a llevar el cinturón de seguridad o de pagar una multa de aparcamiento. Primero, pueden llegar avisos sobre la falta, en forma de cartas, luego, las cartas se hacen más y más agresivas, pidiendo el pago de la multa. Si no se obedecen, vienen multas mayores y por último llega el arresto y la prisión. Y si cuando los oficiales van a arrestar al infractor, éste se resiste, entonces se aplicará toda la fuerza que sea necesaria para vencer esta resistencia incluyendo el uso de armas de fuego y francotiradores.

Pero de ninguna manera todos estos ejemplos son erróneos, o no razonables o rechazables. Hay asesinos, ladrones, violadores, asaltadores y timadores de varias clases (las actividades de estos últimos son equivalentes a robos). Las acciones de todos estos tipos de gente representan el uso de la fuerza física, que consiste en hacer físicamente algo con la propiedad privada de la persona o con la persona misma en contra de su voluntad. Cuando el gobierno utiliza la fuerza contra estos malhechores, sus acciones representan el uso de la fuerza física en defensa o represalia, en nombre de las víctimas inocentes.

El uso de la fuerza por parte del gobierno en dichos casos, siempre y cuando no sea excesivo, es enteramente apropiado. En esencia, es el mismo uso de la fuerza que utilizaban los Sheriffs y los Marshalls de los Estados unidos, que se veían en las películas del salvaje oeste contra los ladrones de bancos, de ganado, etc. La diferencia entre el uso de la fuerza en defensa o como represalia y el inicio de la fuerza es esencial para distinguir a los buenos y los malos de esas películas del oeste. Esta es la diferencia en el uso de la fuerza entre un ladrón de banco y un vigilante del banco, y entre un secuestrador y los rescatadores del secuestrado.

Es el mismo principio el que se aplica a las fuerzas armadas de un determinado país. El uso de la fuerza es legítimo mientras se use en defensa o represalias contra la agresión externa.

El uso de la fuerza por represalias o de manera defensiva, no constituye intervencionismo. En esos casos, el gobierno simplemente está haciendo el trabajo totalmente legítimo y limitado de proteger la propiedad privada y los derechos individuales contra el uso de la fuerza física. El concepto de intervencionismo se aplica únicamente a casos en los que el gobierno no utiliza la fuerza en defensa o represalia, sino como el agresor, es decir, que usa la fuerza contra gente que no ha iniciado su uso.

Esto es lo que el gobierno hace siempre que prohíbe una relación contractual voluntaria, como el ofrecimiento y la aceptación de un precio o salario o productos o condiciones de trabajo entre dos partes que estiman que es beneficioso para ambos el ofrecer y aceptar dichos precios, salarios, etc. De la misma manera, el gobierno usa la fuerza física, cuando obliga a que una persona pague parte de su capital o ingresos, en contra de su voluntad, para el beneficio o sustento de otra, como es el caso de la financiación del bienestar público, las viviendas de protección oficial y la educación pública o algún supuesto beneficio para ella misma y que prefiere no pagar, como la seguridad social u otros seguros médicos.

Hasta aquí hemos tratado la naturaleza del intervencionismo. La política que consiste en evitar férreamente el intervencionismo es la política del laissez-faire, que se puede entender muy sencillamente como: si una acción no representa el inicio de la fuerza física, el gobierno debe mantenerse al margen, es decir, no intervenir.

George Reisman, 2004-06

Metáfora ecológica

Libertad Digital: El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero -más conocido como ZP-, está poniendo en peligro nuestras vidas con la destrucción acelerada de nuestro más preciado y delicado ecosistema. No me refiero a nuestro ecosistema biológico, que también será destrozado próximamente mediante el plan para el cumplimiento del protocolo de Kyoto y la consiguiente vuelta a sistemas de producción poco eficientes, despilfarradores de recursos y, consiguientemente, más contaminantes. Me refiero a ese ecosistema del que depende el éxito relativo de nuestra vida en sociedad: el sistema de intercambios voluntarios en un entorno de respeto escrupuloso de la propiedad privada, es decir, el mercado libre.

Los primeros síntomas de deterioro del más importante de los ecosistemas, pues de éste dependen los otros sistemas ecológicos de los que tanto se oye hablar, aparecen tan poco tiempo después de la llegada del partido socialista al poder que da miedo pensar qué puede pasarle a los ciudadanos de este país en los tres años y medio que tenemos por delante con estos señores y señoras aplicando toda clase de políticas destructivas. [...]

Antes de que estos aprendices de Miterrand o Allende llegaran al poder, a los españoles no les iba bien gracias al gobierno del PP, sino gracias a la labor de unos ciudadanos que eran relativamente menos coaccionados y estorbados que en épocas anteriores, en sus quehaceres pacíficos y voluntarios de cada día, por quienes detentaban el poder político que, dicho sea de paso, eran miembros del Partido Popular. Si ahora nos empieza a de pena no es porque los españoles hayan dejado de saber qué hacer con sus vidas y cómo tener éxito en la consecución de sus sueños personales, sino porque este gobierno de socialistas radicales cuyo responsable último y directo es José Luis Rodríguez Zapatero, destruye nuestro valioso y frágil ecosistema al estorbar, coaccionar y desmoralizar mucho más que el gobierno anterior a los individuos de este país.

G. Calzada Álvarez, 2004-09-06

Opinión moderada

Libertad Digital: La monstruosa hazaña de los terroristas muestra hasta qué punto es indiscutible la existencia de esa Internacional del terrorismo islámico de la que hablaba un reciente editorial en Libertad Digital. La identificación de diez árabes, acaso los jefes operativos del grupo de treinta criminales, demuestra hasta qué punto funciona eficazmente esa galaxia del crimen con turbante, esa komintern de los hijos de Alá a los que habrá que exterminar antes de nos exterminen. Pero mientras los dirigentes políticos de buena parte de los países del mundo jueguen a desconocer la relación de siempre entre los grupos terroristas, cuyo objetivo común es la destrucción del sistema de vida occidental, será difícil ganar esta guerra sucia y sin cuartel que comenzó el 11-S en Manhattan. No se puede ganar una guerra que no se quiere librar.

Y si la terrible responsabilidad de Putin, su nostalgia soviética, su incompetencia como gobernante, no debe ocultar el hecho esencial, que los culpables de la masacre en Osetia son los terroristas islámicos, debemos añadir a la piedad por las víctimas de allí nuestra preocupación aquí, por los méritos que viene haciendo nuestro Gobierno para que se repita entre nosotros otro 11-M u otro episodio semejante al de Beslán. Los disparates progres y las necedades a granel anegan tanto el discurso político como la actuación diplomática y militar de nuestra política exterior, cuyo primer asunto es o debería ser el de la lucha contra el terrorismo, tanto islámico ?no ?internacional?? como separatista. De poco le ha valido a Francia su abyección pro-Sadam, y de nada a Rusia su complicidad. Los islamistas atacan ?y en esto acierta Putin? a los países que ven débiles e indefensos. Y, por desgracia, ningún país se ha debilitado más que España desde la llegada al poder de los socialistas. El cúmulo de gansadas exculpatorias y circunloquios siniestros que ha exhalado Moratinos, el amigo de Arafat, para hablar del terrorismo islámico en Rusia es vomitivo. La cobardía sistemática, la deserción de Irak electoralmente calculada, toda la prosopopeya izquierdista para eludir los compromisos militares y políticos de España en la lucha contra el terrorismo nos colocan como blanco perfecto para estos almohades del siglo XXI. Que, pese a lo que dicen, saben muy bien que enfrente no hay cruzados, sino intelectuales aljamiados, politicastros de rebajas y países que parecen predispuestos al matadero. Los carniceros esperan.

F. Jiménez Losantos, 2004-09-06

¿Tenemos lo que queremos?

¿Tenemos lo que queremos? La Voz de Galicia: Incluso Putin, enamorado de su firmeza, se encuentra a gusto ante las preguntas que la gente se hace. ¿Hay justificación para el terrorismo? No. ¿Se puede ceder al chantaje de los criminales? No. ¿Tiene sentido negociar ventajas políticas con los secuestradores de niños? No. ¿Podemos asegurar que el asalto a la escuela de Beslám produjo más muertos de los que produciría un largo asedio? No. Por eso, porque sólo hacemos las preguntas que a ellos les convienen, somos incapaces de censurar a los políticos que nos están metiendo en el infierno, o de contradecir un discurso que no nos da más salidas que la sangre. Pero la función de los políticos no consiste en decir obviedades, ni en enfatizar las respuestas que toda la humanidad conoce desde hace tres milenios. Y por eso tenemos la obligación de formular preguntas que sean capaces de generar respuestas políticas.

Si pagamos a los gobiernos, y legitimamos su fuerza, no es para que echen pulsos de taberna con los violentos ilegítimos, sino para que asienten las ideas y los valores del bienestar y la paz, y para que corten el flujo de pobreza e injusticia que engendra la violencia. La pregunta que tienen que responder Putin, Bush, Blair, Aznar y Sharon no es la de si se pueden matar niños, tolerar dictaduras o ceder a los chantajes de los asesinos. Lo que tienen que decirnos es si la paz se puede conseguir calcinando y fumigando Grozni hasta los cimientos, soltando bombas de racimo sobre la población civil, saqueando el petróleo que dilapida nuestra civilización, creando un nuevo apartheid en Israel, tolerando las hambrunas, consintiendo sin escrúpulos a los señores de la guerra, pactando con los dictadores que nos convienen y decretando embargos caprichosos y estériles que sólo causan la muerte y la miseria en la población civil.

Nos importa mucho saber cuantos niños había en la escuela de Beslám. Pero también nos gustaría saber cuantos niños murieron en Afganistán, cuantos angelitos creó el embargo de Irak, cuantos mueren de hambre cada día, cuantas piernas destrozan las minas anti-persona, cuantas bodas y escuelas fueron bombardeadas por error, cuantos torturados hubo en las cárceles de la civilización y la democracia, y cuanto dolor generamos a diario para mantener el satu quo que tan dignos nos hace.

La paz, decía San Agustín, no es más que una libertad ordenada. Y lo que estamos creando no es más que un caos inhumano y tiránico. Por eso tenemos que gastar tanta pólvora en defender nuestro mundo: porque, en vez de hacer política grande, estamos encomendando nuestro futuro a los guerreros sin antifaz. A Bush, Blair, Putin, Aznar, Sharon. Un horror, y un triste escalofrío.

X.L. Barreiro, 2004-08-04

Recorte de derechas

Libertad Digital: ¿Qué es el socialismo? Según la doctrina marxista, el socialismo es una etapa de la sociedad entre el capitalismo y el comunismo, donde el control sobre la propiedad privada queda eliminado. La esencia del socialismo es el debilitamiento de los derechos de propiedad que luego desaparecerán. Los ataques a la propiedad privada incluyen, pero no se limitan, a la confiscación de la propiedad de una persona para traspasarla a otro, a quien no le pertenece. Cuando eso se hace a nivel personal lo llamamos robo. Cuando se hace de manera colectiva se utilizan eufemismos: transferencias o redistribución de ingresos. No son sólo los izquierdistas y miembros del Partido Demócrata quienes claman y admiran el socialismo, muchos derechistas y miembros del Partido Republicano también.

Los republicanos y derechistas apoyan el despojo de los ingresos de un ciudadano para traspasarlas a agricultores, banqueros o líneas aéreas. Los demócratas e izquierdistas apoyan el despojo de las ganancias de un ciudadano para traspasarlas a los pobres, a las ciudades y a los artistas. Ambos apoyan quitarle a uno para darlo a otro; difieren sólo en cuanto al receptor. Este tipo de actividad legislativa constituye no menos de dos terceras partes del presupuesto federal.

Cualquiera que sea el propósito, tal comportamiento es inmoral. Es un tipo reducido de esclavitud. Después de todo, ¿qué es la esclavitud? La esclavitud es la utilización de la fuerza para obligar a alguien a hacer lo que otro quiere que haga. Cuando el Congreso, a través de los impuestos, toma las ganancias de uno para transferirlas a otra persona como medicinas, seguridad social, cupones de alimentos, subsidios agrícolas o a las líneas aéreas para que estas no quiebren, se está forzando a una persona a servir los propósitos de otra. [...]

Para los cristianos entre nosotros, el socialismo y el estado benefactor son pecaminosos. Cuando Dios le entregó a Moisés el Mandamiento "No robarás", estoy seguro que no le dijo "exceptuando que la mayoría lo pida". También estoy seguro que si se le preguntamos a Dios si está bien que recibamos propiedades robadas, nos dirá que también es un pecado.

Walter E. Williams, 2004-08-18

Recorte de izquierdas

La Insignia: Por mucha palabrería que acumule el poder y los que han llegado a creer que el elemento central de la política es la moral y no la economía, el proceso que estamos sufriendo en todo el mundo no se debe a factores coyunturales, ni mucho menos a las gilipolleces sobre el choque de civilizaciones, la decadente cultura occidental y ese discursito norte-sur que empezó como monada galeanesca y ha terminado en distorsión. Las conquistas sociales que se alcanzaron en determinados países fueron hijas de los grandes movimientos obreros y de un segundo elemento que a su vez fue el factor determinante, por no decir el único, allá donde no hubo ni movimientos obreros relevantes ni socialismo en ninguna de sus versiones: la existencia de la Unión Soviética. Desaparecida la URSS y con ella la presión que obligaba al capital a mantener un rostro amable, sólo la fortaleza de las organizaciones políticas y sindicales en la izquierda podría haber evitado la eclosión del neoliberalismo; pero en Europa occidental se encontró con una socialdemocracia debilitada, cada vez más derechista, y con las ruinas de las experiencias comunistas democráticas. En cuanto al resto del mundo, ni siquiera había eso.

Si alguno de ustedes se resiste a la evidencia, le recomiendo que deje de leer y se dirija a la iglesia o mezquita más cercana, donde seguramente podrán iniciarle en los cultos reservados a los casos perdidos. Aunque es posible que prefieran enrollar la bandera, metérsela por el bul y hablar de patria, identidades culturales, patriotas, himnos, fechas patrias, independencias y otras patriosidades, discurso muy querido en América Latina -y en determinadas regiones periféricas de España- para alegría de oligarcas y condena de idiotas. Por mi parte, adelanto que respeto más a los primeros que a los segundos, aunque lo que algunos pensemos carece de importancia: también somos carne de cañón y es dudoso que nuestras palabras y actos tengan más influencia que nuestros miserables sueldos.

Más importante, sin duda, es la opinión del poder, de los depredadores para los que no somos más que un montón de hormigas que se afanan en sus simpáticas ocupaciones y mueren por millones cuando resulta necesario. A los dictadores que aún pululan por la izquierda les encanta subrayar ese hecho, con toda razón, cuando se trata del capital. Por inocentísima coincidencia, en cambio, evitan mencionar que el proceso que sufrió la URSS, y que actualmente sufre Cuba, es idéntico aunque el cementerio se vista de Seguridad Social (también la tenían Hitler, Mussolini, Franco, y ni el más tonto los llamaría socialistas). Nuestro penúltimo error no consistió en creer en regímenes corruptos, que a finales de la década de 1980 sólo contaban con el apoyo intelectual de varios dinosauros y algunos adolescentes, sino en considerar que el hundimiento duraría poco porque el 'socialismo real' habría creado una ciudadanía más crítica, más consciente, más capaz de defender sus derechos, que no permitiría que el capital le robara sus conquistas. Valiente estupidez. Los sistemas políticos de la antigua URSS y de la actual Cuba producen súbditos sumisos, además de malnacidos que ayer -mañana en la isla- cambiaron/cambiarán el carnet del partido por un puesto en el consejo de administración de una multinacional.

La tragedia de una de las grandes familias de la izquierda, de la que procedo y en la que todavía me encuadro, es ésa. Y supongo que de nada sirve que unos cuantos comunistas que creemos en la libertad y en el Estado de derecho nos empeñemos en sacar la estrella del fango y devolverla a su sitio; lo más probable es que desaparezca con nosotros, puesto que somos la excepción y no la regla. La tragedia de la otra gran familia, la socialdemócrata -cuya crisis no es menor- es haberse convertido en un vulgar gestor del capital que día tras día nos dice, básicamente: callen, no protesten, esperen un poco, no amenacen con romper la baraja, manténganse en el redil; sólo les falta apelar a la parábola del rico y el ojo de la aguja para justificar la explotación en el reino de este mundo, que diría Blas de Otero. Y día tras día desaparecen los derechos sociales y día tras día somos más pobres, más esclavos, estamos más cerca del mundo anterior a la segunda guerra mundial y más lejos de aquel Estado social y de derecho que, como propugna la Constitución española, debía sustituir a la tiranía y a la ley de la selva.

[...] Dice Lafontaine que dice Cervantes: clases sociales, señores y señoras, no banderitas ni etnias ni religiones. Clases.

Jesús Gómez, 2004-08-10

Cómo funcionan las cosas

La Voz de Galicia: El actual equilibrio del mundo se está montando sobre un colosal ejercicio de violencia que los ricos calculan con frialdad aterradora. Y, a pesar de los enormes esfuerzos que se están desplegando para convencernos de que la humanidad se divide en buenos y malos -que lo son por naturaleza y al margen de toda causa que lo explique-, cada vez resulta más difícil discernir quien es el malo y quien es el bueno en esta trágica obertura. ¿Se atrevería usted a defender la política de Putin? ¿Apostaría un céntimo por la moralidad de Sharon? ¿Qué haría si le diesen a escoger entre Al Sadr y Rumsfeld? ¿Qué haríamos nosotros, católicos y españoles, ante una expoliación como la que sufre Irak? ¿Sabría decirme en qué se diferencian las matanzas a sangre fría y los efectos colaterales? ¿Recuerda usted alguna crisis que se haya resuelto con justicia y libertad después de una invasión? ¿Cuál es, entre el petróleo y la democracia, el valor que inspira las guerras actuales?

En el Occidente rico y libre que nos tocó en suerte todos sabemos de qué va la película, de qué se nutren nuestras economías, y hasta donde estamos dispuestos a construir una paz solidaria. Por eso no podemos librarnos de la responsabilidad moral y de los graves riesgos que estamos corriendo por culpa de un discurso alocado que, negando sin escrúpulos la evidencia del desastre, sigue apostando por una justicia de bombas y cañonazos. Si los ciudadanos queremos parar esta barbarie, tenemos que decir que no es lo mismo hacer la paz que ganar todas las guerras, y que, si seguimos por este camino, haremos del terrorismo la clave maldita de nuestro siglo. Porque estamos ciegos ante la dura evidencia de las cosas. Y porque somos incapaces de escuchar las mismas alertas que estamos encendiendo.

X.L. Barreiro, 2004-09-02