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Álbum de recortes

Recorte de izquierdas

La Insignia: Por mucha palabrería que acumule el poder y los que han llegado a creer que el elemento central de la política es la moral y no la economía, el proceso que estamos sufriendo en todo el mundo no se debe a factores coyunturales, ni mucho menos a las gilipolleces sobre el choque de civilizaciones, la decadente cultura occidental y ese discursito norte-sur que empezó como monada galeanesca y ha terminado en distorsión. Las conquistas sociales que se alcanzaron en determinados países fueron hijas de los grandes movimientos obreros y de un segundo elemento que a su vez fue el factor determinante, por no decir el único, allá donde no hubo ni movimientos obreros relevantes ni socialismo en ninguna de sus versiones: la existencia de la Unión Soviética. Desaparecida la URSS y con ella la presión que obligaba al capital a mantener un rostro amable, sólo la fortaleza de las organizaciones políticas y sindicales en la izquierda podría haber evitado la eclosión del neoliberalismo; pero en Europa occidental se encontró con una socialdemocracia debilitada, cada vez más derechista, y con las ruinas de las experiencias comunistas democráticas. En cuanto al resto del mundo, ni siquiera había eso.

Si alguno de ustedes se resiste a la evidencia, le recomiendo que deje de leer y se dirija a la iglesia o mezquita más cercana, donde seguramente podrán iniciarle en los cultos reservados a los casos perdidos. Aunque es posible que prefieran enrollar la bandera, metérsela por el bul y hablar de patria, identidades culturales, patriotas, himnos, fechas patrias, independencias y otras patriosidades, discurso muy querido en América Latina -y en determinadas regiones periféricas de España- para alegría de oligarcas y condena de idiotas. Por mi parte, adelanto que respeto más a los primeros que a los segundos, aunque lo que algunos pensemos carece de importancia: también somos carne de cañón y es dudoso que nuestras palabras y actos tengan más influencia que nuestros miserables sueldos.

Más importante, sin duda, es la opinión del poder, de los depredadores para los que no somos más que un montón de hormigas que se afanan en sus simpáticas ocupaciones y mueren por millones cuando resulta necesario. A los dictadores que aún pululan por la izquierda les encanta subrayar ese hecho, con toda razón, cuando se trata del capital. Por inocentísima coincidencia, en cambio, evitan mencionar que el proceso que sufrió la URSS, y que actualmente sufre Cuba, es idéntico aunque el cementerio se vista de Seguridad Social (también la tenían Hitler, Mussolini, Franco, y ni el más tonto los llamaría socialistas). Nuestro penúltimo error no consistió en creer en regímenes corruptos, que a finales de la década de 1980 sólo contaban con el apoyo intelectual de varios dinosauros y algunos adolescentes, sino en considerar que el hundimiento duraría poco porque el 'socialismo real' habría creado una ciudadanía más crítica, más consciente, más capaz de defender sus derechos, que no permitiría que el capital le robara sus conquistas. Valiente estupidez. Los sistemas políticos de la antigua URSS y de la actual Cuba producen súbditos sumisos, además de malnacidos que ayer -mañana en la isla- cambiaron/cambiarán el carnet del partido por un puesto en el consejo de administración de una multinacional.

La tragedia de una de las grandes familias de la izquierda, de la que procedo y en la que todavía me encuadro, es ésa. Y supongo que de nada sirve que unos cuantos comunistas que creemos en la libertad y en el Estado de derecho nos empeñemos en sacar la estrella del fango y devolverla a su sitio; lo más probable es que desaparezca con nosotros, puesto que somos la excepción y no la regla. La tragedia de la otra gran familia, la socialdemócrata -cuya crisis no es menor- es haberse convertido en un vulgar gestor del capital que día tras día nos dice, básicamente: callen, no protesten, esperen un poco, no amenacen con romper la baraja, manténganse en el redil; sólo les falta apelar a la parábola del rico y el ojo de la aguja para justificar la explotación en el reino de este mundo, que diría Blas de Otero. Y día tras día desaparecen los derechos sociales y día tras día somos más pobres, más esclavos, estamos más cerca del mundo anterior a la segunda guerra mundial y más lejos de aquel Estado social y de derecho que, como propugna la Constitución española, debía sustituir a la tiranía y a la ley de la selva.

[...] Dice Lafontaine que dice Cervantes: clases sociales, señores y señoras, no banderitas ni etnias ni religiones. Clases.

Jesús Gómez, 2004-08-10

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