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Álbum de recortes

Cómo funcionan las cosas

La Voz de Galicia: El actual equilibrio del mundo se está montando sobre un colosal ejercicio de violencia que los ricos calculan con frialdad aterradora. Y, a pesar de los enormes esfuerzos que se están desplegando para convencernos de que la humanidad se divide en buenos y malos -que lo son por naturaleza y al margen de toda causa que lo explique-, cada vez resulta más difícil discernir quien es el malo y quien es el bueno en esta trágica obertura. ¿Se atrevería usted a defender la política de Putin? ¿Apostaría un céntimo por la moralidad de Sharon? ¿Qué haría si le diesen a escoger entre Al Sadr y Rumsfeld? ¿Qué haríamos nosotros, católicos y españoles, ante una expoliación como la que sufre Irak? ¿Sabría decirme en qué se diferencian las matanzas a sangre fría y los efectos colaterales? ¿Recuerda usted alguna crisis que se haya resuelto con justicia y libertad después de una invasión? ¿Cuál es, entre el petróleo y la democracia, el valor que inspira las guerras actuales?

En el Occidente rico y libre que nos tocó en suerte todos sabemos de qué va la película, de qué se nutren nuestras economías, y hasta donde estamos dispuestos a construir una paz solidaria. Por eso no podemos librarnos de la responsabilidad moral y de los graves riesgos que estamos corriendo por culpa de un discurso alocado que, negando sin escrúpulos la evidencia del desastre, sigue apostando por una justicia de bombas y cañonazos. Si los ciudadanos queremos parar esta barbarie, tenemos que decir que no es lo mismo hacer la paz que ganar todas las guerras, y que, si seguimos por este camino, haremos del terrorismo la clave maldita de nuestro siglo. Porque estamos ciegos ante la dura evidencia de las cosas. Y porque somos incapaces de escuchar las mismas alertas que estamos encendiendo.

X.L. Barreiro, 2004-09-02

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