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Álbum de recortes

Visión histórica

La Voz de Galicia: Parece que Jesucristo estará otra vez de moda; pero se supone que moda pequeña y pasajera, nada comparable a lo de Bisbal y demás dioses mayores de la nueva situación, que ya se permite con la antigua las mismas estéticas y cuchufletas que la antigua se permitió con la anterior. Quiero decir que la religión que hace veinte siglos redujo a historietas bellas la majestad de Zeus o el desbarajuste de Dioniso ahora ve cómo a los adoradores del Becerro de Lata (¡de Oro en los buenos tiempos de Moisés!) se les vende el Becerro -el coche, quiero decir- con publicidad en la que Pedro, Lucas, Pablo... altares, catedrales y polifonías también se quedan en historietas, en mitología con que envolver, como si fuese para regalo, el sacramento más característicao de la nueva religión, el Coche.

Hace unos años con el Et incarnatus est se hacía genuflexión y, si te cantaban el de la Misa en do menor de Mozart, el estremecimiento te duraba una semana. Esa letra y lo que hay detrás de ella ya interesa poco y a poca gente, pero movió a Mozart para una música sobrehumana que a la publicidad hortera y con las neuronas en el recto, antesala del mismísimo culo, le vino bien para anunciar papel higiénico.

Ese Cristo que se encarnó para inspirar a Mozart no fue profeta en su patria. Lo mataron y una de las desfeitas no menores fue que, habiendo parido Roma tanta gente capaz para hacer maravillas, el romano más citado y recordado es Poncio Pilato, un cagatintas, un componendas, un no me compliques la vida. Podríamos tener en cabeza, por ejemplo, a César con lo requetebién que escribía y lo cabronazo que fue masacrando galos, pero tenemos que apencar con un imbécil que se lavó las manos para ser antonomasia de tenerlas sucias.

A Cristo lo mataron porque dio la lata. Le había pasado cuatro siglos antes a Sócrates y no hay papel para resumir la lista de los que murieron por dar la lata con rollos que ponían en evidencia lacras y fariseos, oligarcas y putiferios. Entre otras muchas cosas, lo de amar al prójimo tenía mal acomodo en los oídos de quienes llevaban muchos siglos muy cortos de prójimo porque eran pueblo elegido , un puñado de tíos estupendos siempre rodeados por la perversidad ajena. Mal podía amar más allá de sus narices el acostumbrado a textos en que, por decirlo a la moderna, la alegría por ver perder al Barcelona era mucho mayor que la de ver ganar al Madrid. Yo me explico, ustedes me entienden y vamos al párrafo siguiente.

A Cristo, judío, lo mataron sus vecinos judíos y no hay vuelta de hoja. Fue un justo en medio de hienas. Y el asunto trae cola y hay película que ya han querido pasar por la piedra de la corrección política porque, siendo absolutamente evidente que los judíos de hoy nada tienen que ver con aquella estupidez criminal, no les favorece que su insensibilidad para aprender de lo sufrido en carne propia los tenga salidos de madre en lo que hacen sufrir a la carne ajena. Yo me explico, ustedes me entienden y cambio y corto.

Juan J. Moralejo, 2004-02-27

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