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Descripción general de Euskal Herria

El País: A estas alturas del curso, ya tengo sobradamente aprendido que es tarea inútil responder a las reiteradas falsedades que vuelven a afirmarse impertérritas sobre la situación en el País Vasco. Argumentes lo que argumentes, rebotan de nuevo como si nada hubiera sido dicho, tras un cortés 'sí, pero...' de puro trámite. Es un eterno retorno de lo memo que hubiera desesperado a Nietzsche, a su hermana y a toda su parentela. Yo quiero ser más difícil de exasperar. Estoy angustiosamente convencido de que esa pertinacia en el fraude objetivo responde a la decisión de no ver para no padecer, no a ninguna siniestra complicidad con el terrorismo o con los proyectos totalitarios que medran a su sombra. De modo que vuelvo a insistir, contra viento y marea, contra el viento que nos marea. Pasaré revista breve a cinco de las más fatigadas falsedades, recordando los argumentos que las invalidan, y acabaré insistiendo sobre una verdad que no ha merecido suficiente atención. Como esta última la ha dicho Ibarretxe, espero ganarme cierto aprecio terminal por quienes valoran ante todo la equidistancia.

Primera falsedad: la ilegalización de Batasuna atenta contra la democracia porque deja a gran parte del electorado vasco sin representación parlamentaria. La más reciente expresión que conozco de esta mentira se la he leído nada menos que a Rigoberta Menchú, al hablar en una entrevista concedida al diario mexicano La Jornada de 'una medida que pretende dejar sin expresión política a una parte significativa de la sociedad vasca, sobre la que sus autores no están dispuestos a consentir discusión alguna'. Respecto a esta última parte, la falta de discusión, no hace falta insistir porque cualquiera sabe lo mucho que se ha escrito y hablado en nuestro país acerca del tema. Pero el asunto importante consiste en establecer cuál es el contenido 'político' de Batasuna. Si estriba en la defensa de la independencia de una nación vasca -sujeto político que incluye parte de los Estados español y francés- por vías pacíficas, quienes sostengan tal postura política no carecen de representación alternativa más o menos radical, desde el PNV o EA hasta Aralar. De hecho, hoy existe en Euskadi mayor variedad de oferta política de signo independentista que defensora del mantenimiento de los Estados constitucionalmente vigentes. Pero si la 'idea' que defiende Batasuna es apoyar, legitimar, financiar o encubrir el terrorismo, eso no tiene sitio en el juego democrático, sean cuantos fueren los que simpaticen con ella. En tal caso -y está probado que así es-, se trata de un falso partido político, semejante a los que con la coartada de 'defender la legalidad' asesinan o intimidan a los disidentes que critican los abusos del poder en países como Guatemala, situación que Rigoberta Menchú conoce bien. En democracia, el apoyo al crimen no es materia opinable. Muchos vascos tienen que vivir fuera de su tierra para no ser asesinados, como le ocurre a la señora Menchú: y no son más culpables de 'dividir' a su país de lo que ella lo es de dividir al suyo.

Segunda falsedad: los males del País Vasco vienen del enfrentamiento de dos nacionalismos contrapuestos. No es cierta tal simetría, porque los supuestos nacionalistas españoles no piden la derogación de la Constitución que ampara el pluralismo, ni consideran el euskera o la ikurriña como invasores que deben ser erradicados. No comparto el entusiasmo laudatorio por las banderas de tamaño 'X-large', por constitucionalmente respetables que sean, pero me resulta mucho más agobiante la manipulación excluyente de la bandera autonómica por parte de quienes amenazan diariamente las libertades públicas. Y a quienes se escandalicen por la alusión de Fraga al uso de la fuerza militar como garante de la unidad de España debo recordarles que desde hace más de un cuarto de siglo padecemos una violencia militar en Euskadi que pretende garantizar su 'liberación nacional': y no se trata de una hipótesis retórica, sino de una realidad cotidiana. Sin duda no puede excluirse que antes o después el nacionalismo vasco radical propicie un nacionalismo español simétrico, pero opuesto. Por eso mismo nos oponemos al primero, que es el que hay: para no darle ocasión de que acabe creando escuela.

Tercera falsedad: la involución autonómica del Gobierno de Aznar provoca la ruptura del pacto constitucional por parte del Gobierno de Ibarretxe. Pero ¿dónde está tal 'involución'? Para el nacionalismo insaciable, es involucionista toda resistencia al crecimiento abusivo y disgregador de su hegemonía. Según ellos, cualquier refuerzo institucional de la existencia de funciones que competan al Estado es poco menos que fascismo. Es 'involucionista' no cumplir de inmediato las transferencias autonómicas al modo en que las ven los nacionalistas, pero también pedirles cuentas de lo que han hecho con las que ya disfrutan desde hace tantos años. La verdadera 'involución' antiestatutaria y anticonstitucional es el Pacto de Lizarra, la nueva propuesta de Ibarretxe y el amparo cultural y social a los violentos, cuyas fechorías se dice una y otra vez deplorar. Por mucho que se magnifiquen ciertas indudables torpezas gubernamentales no puede obviarse esta feroz realidad.

Cuarta falsedad: ETA no debe dictar la agenda política de la democracia. Lo falso aquí es que esta aseveración la hacen precisamente quienes proponen una agenda que complazca a ETA al menos en parte, con la esperanza de que esa concesión le haga mitigar su violencia. ¿O es que acaso el último plan de Ibarretxe no ampara su verosimilitud en la existencia de un terrorismo, cuya amenaza inclina a los desesperados en peligro a aceptar cualquier absurdo con tal de ganar cuotas de seguridad? Hoy la autodeterminación no es un proyecto político entre otros, sino una urgencia que se impone incluso a quienes se sienten menos motivados por su demanda frentista, para intentar poner fin a la guerra civil larvada que ETA lleva a cabo contra quienes se le oponen. Si queremos de verdad impedir que ETA marque nuestra agenda, lo primero que debe hacerse es no dar acogida social y verosimilitud institucional a lo que ETA pretende imponer por la fuerza.

Quinta falsedad: Los partidos que se oponen a la propuesta de Ibarretxe no tienen un plan alternativo para el País Vasco. La más falsa de todas y, por tanto, la más repetida. Lo que los constitucionalistas proponen es un frente común contra el terrorismo, sus legitimaciones y sus objetivos impuestos. Un aplazamiento de cualquier objetivo político que altere la norma constitucional hasta que se haya erradicado la violencia y todas las propuestas políticas hayan recuperado su viabilidad pacífica. Una puesta entre paréntesis de los partidismos hasta que la sociedad haya reconstruido su normalidad democrática y puedan escucharse sus verdaderas demandas con ecuanimidad y sin coacciones. Un discurso institucional que no deje lugar a dudas a los violentos sobre el fracaso de unos fines contaminados irrevocablemente por los medios utilizados para propugnarlos. No considerar esta 'alternativa' como tal es ponerse a sabiendas o sin saberlo del lado de los mafiosos asesinos: resume bien esta postura el dictamen del obispo Setién cuando dijo que 'ETA no puede irse con las manos vacías'.

Y por último, después de las falsedades, una posible verdad. La dijo el lehendakari en su discurso del Aberri Eguna, cuando aseguró que su propuesta no responde a atavismos, sino al futuro de la sociedad europea. Y la ha reforzado Otegi, al insistir en que el problema vasco es un problema de Europa. Puede ser terriblemente cierto. Quizá lo que tengamos delante no sea el progreso, sino el empeoramiento del pasado. Si una sociedad de ciudadanos se ve sustituida por la fuerza por una comunidad étnica en la UE, quizá mañana salgan otras propuestas del mismo signo que despedacen otras democracias vigentes, sean en Córcega, en la Padania o Dios sabe dónde. Sería el final de la Europa cosmopolita, plural e ilustrada que se pretende conseguir. En efecto, es posible que lo que hoy se está dilucidando en el País Vasco no es el futuro de la unidad de España sino el de la unión europea. Puede que de nuevo España sirva de escenario al ensayo general de una tragedia que asolará mañana a todo el continente.

Fernando Savater, 2002-10-14

Respuesta a Fernando Savater

Nada más que falsedades y una sola verdad

Julián Rovira Rebelión

Leyes Fundamentales del Régimen de Franco 1938-67: Ley de Principios del Movimiento Nacional (17-5-1958): Art.9: Para ejercer la Jefatura del Estado como Rey o Regente se requerirá ser varón y español, haber cumplido la edad de treinta años, profesar la religión católica, poseer las cualidades necesarias para el desempeño de su alta misión y jurar las Leyes fundamentales, así como lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional.

Constitución española de 1978: Art.61.1. El Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales, prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes (...).

Seguramente es tarea inútil el tratar de responder a las cuidadas y reiteradas argumentaciones del rey de los filósofos españoles cuando se trata de materia tan controvertida como el conflicto político del País Vasco. Pero ya sabemos que este asunto de la argumentación y la contra- argumentación es inútil y que la filosofía no sirve para nada, sobretodo cuando los dialogantes no están dispuestos a dialogar y sólo se cruzan monólogos opuestos, entre sordos que siempre repiten las mismas cosas sin escucharse. No responderé a Savater con cinco verdades y una falsedad, pues también estoy tan cansado, como él, de repetir todos los argumentos, por lo que mostraré que, finalmente, todo son falsedades y hay una sola verdad.

Savater quiere hacernos creer que los españoles se pasan la vida oyendo, en tertulias radiofónicas, telediarios y periódicos, las presuntas falsedades a las que contesta, pero no estamos sometidos al bombardeo mediático de un todopoderoso Egin que no dejase oír otra voz que la suya, como si los medios de comunicación estuviesen en manos de los nacionalistas radicales, sino que el flujo y poder de la información va más bien en otro sentido y hacia otra dirección, del que sus artículos en El País son buena muestra. Por eso es por lo que las falsedades a las que contesta son falsas falsedades, porque parten de la aceptación de premisas discutibles y no contestan a lo que se debería contestar, eludiendo, como de costumbre, el conflicto político.

Fernando Savater no ve ningún nacionalismo español porque según indica a) la Constitución ampara el pluralismo y b) no se consideran los nacionalistas vascos como invasores que deban ser erradicados: "falsedad: los males del País Vasco vienen del enfrentamiento de dos nacionalismos contrapuestos. No es cierta tal simetría, porque los supuestos nacionalistas españoles no piden la derogación de la Constitución que ampara el pluralismo, ni consideran el euskera o la ikurriña como invasores que deben ser erradicados" (Fernando Savater Cinco falsedades y una verdad. El País 14 de octubre de 2002, negrita mía). En primer lugar, pretender que la Constitución del 78, ese pacto de urgencia que se hizo contentando a nacionalcatólicos, monárquicos y (ex)franquistas para que legitimasen los tibios cambios llamados transición, ampara el pluralismo, es mucha pretensión. Más que un texto en el que el garante de la Ley Magna en lugar del Pueblo, que detenta la soberanía (art.1.2) es el Ejército (art.8.1: el ministro de defensa y supernumerario del Opus, Trillo, anda diciendo que "hoy los tanques son símbolo de democracia") y en el que el Rey (símbolo del Estado: art.56.1), que juró ante su Dios tanto ser fiel al Movimiento franquista (al ser nombrado por Franco su sucesor en 1969) como también, luego, juró ser fiel a la Constitución en 1978, no está sujeto a responsabilidad (art.56.3), parece una revelación divina en boca de Savater. ¿No fueron también las Autonomías una chapuza de urgencia para mal-contentar a todos tras la muerte del Caudillo??. Y, en segundo lugar, como veremos con más detalle en lo que sigue, pretender que no se busca la eliminación del nacionalismo regional por parte de un nacionalismo general, también es mucho pretender, ya que si todo el problema del nacionalismo no es más que un problema de terrorismo y el problema del terrorismo, se arregla, "erradicando" el problema; entonces, en buena lógica, hemos de concluir, que, a la postre, se estará identificando la eliminación del terrorismo, con la eliminación del nacionalismo, identificación que sucede cuando no se distingue entre un conflicto político y un grupo criminal, sino que se supone que todo el nacionalismo vasco es "entorno" de ETA.

El Plan del Pacto Antiterrorista frente a la propuesta de la libre adhesión es la "erradicación" (palabra que aparece también ya, profusamente, en el Pacto de Ajuria Enea), barrer las calles, como cualquiera que se hubiese leído el pacto podrá constatar: "falsedad: Los partidos que se oponen a la propuesta de Ibarretxe no tienen un plan alternativo para el País Vasco. La más falsa de todas y, por tanto, la más repetida. Lo que los constitucionalistas proponen es un frente común contra el terrorismo, sus legitimaciones y sus objetivos impuestos. Un aplazamiento de cualquier objetivo político que altere la norma constitucional hasta que se haya erradicado la violencia y todas las propuestas políticas hayan recuperado su viabilidad pacífica" (Savater Cinco falsedades, negrita mía). Nos dice Savater que es falso que no haya cauce político para reivindicar la independencia porque están EA, el PNV o Aralar, pero se nos indica que nos encontramos en un Estado de excepción momentáneo, puesto que no se permitirá ningún objetivo político que cuestione la Constitución hasta que se haya acabado con la violencia (erradicado). Luego resulta que de hecho no hay cauce político para la autodeterminación, lo que pasa es que Savater dice que la culpa es de ETA y que cuando ésta desaparezca los vascos podrán tener un referéndum y determinar su destino. Se vende así la piel del oso antes de cazarlo. Precisamente urge abrir la vía política para que termine la violencia y no al revés, no se puede condicionar la apertura de la vía política al cese de la violencia, pues el cierre de la vía política lo que hace es legitimar la acción violenta en lugar de deslegitimarla. Cualquier vistazo a los caminos de resolución de cualquier conflicto político del planeta nos mostrará lo errado de esa petición de principio de no dialogar mientras hay violencia. Pero resulta que era el Pacto de Lizarra el que abogaba por el reconocimiento de la naturaleza política del conflicto y por emular el ejemplo de pacificación británico-irlandés, mientras que el Pacto Antiterrorista sólo habla de "erradicación" y no reconoce que haya un conflicto político, ni siquiera la existencia del nacionalismo, que queda suspendido momentáneamente, sino tan sólo un problema de criminalidad, sin admitir que puedan realizarse comparaciones con ningún otro conflicto del planeta.

Era Fernando Savater, quien ahora defiende a riesgo de su vida una Constitución que, como muchas otras de las europeas, habría que reformar (1), quien, en 1978 denominaba a tan célebre Ley Magna, recién nacida, como "galvanizado aborto" (Fernando Savater Revista El Viejo Topo, número de noviembre de 1978, artículo titulado: "Rosseau (sic) y la Constitución", pág.25).

Pero ahora ya no la califica de ese modo, sino que precisamente cuando se empieza a quedar anticuada es cuando considera "el pacto constitucional" de hace 25 años como un dogma indiscutible e inalterable.

Tiene derecho a haber cambiado de opinión, pero debería comprender las otras y comprenderse a sí mismo cuando, de joven, la llamó galvanizado aborto, y recordar por qué la llamó así. Ahora nos dice que es una falsedad que "la involución autonómica del Gobierno de Aznar provoca la ruptura del pacto constitucional por parte del Gobierno de Ibarretxe" y que "La verdadera 'involución' antiestatutaria y anticonstitucional es el Pacto de Lizarra" (Savater Cinco falsedades, negrita mía). Pero por más que se lea uno las dos páginas del pacto de Lizarra no podrá encontrar nada anticonstitucional. Y además, la propuesta del Lendakari Ibarretxe (elegido en las urnas, no se olvide) no es nada nuevo ni extraño, ya en el año 2001 se proponía lo mismo desde IUEB sin que generase tanto escándalo en los bienpensantes: "Izquierda Unida / Ezker Batua (IU / EB) concurre a las elecciones autonómicas vascas del 13 de mayo con un programa que propone una reforma de la Constitución para crear un Estado Federal 'de libre adhesión' y el reconocimiento del derecho de autodeterminación a través de un referéndum" (Fuente de la noticia: El País, viernes 13 de abril de 2001). Las elecciones a Lendakari no las ganó Mayor Oreja, que es quien hablaba de "erradicación" y de cuyo jefe proviene la idea de "barrer las calles" de criminales de toda índole. Gentes para las que no hay problemas políticos sino sólo problemas criminales que resolver. A diferencia del Pacto Antiterrorista que criminalizaba todo el nacionalismo en el Pacto de Lizarra se propuso una mesa de diálogo para solucionar un conflicto político. Elkarri está dispuesta a poner la mesa de diálogo, pero Savater y el gobierno no quieren sentarse a dialogar.

Al final aquí todo son falsedades y sólo hay una única verdad. España no está dispuesta hoy por hoy a arriesgarse a abrir la posibilidad de secesión pacífica, mediante un camino político, de ninguno de sus territorios. El juego democrático entraña riesgos, pero no se han querido aún asumir.

Notas: (1) Véase mi artículo: LAS CONSTITUCIONES EUROPEAS, BALTASAR GARZÓN Y LA CRIMINALIZACIÓN DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN ESPAÑA: http://www.rebelion.org/spain/jrovira100602.htm

El País: Al comienzo de su obra más célebre, Hegel propone al lector uno de esos experimentos sencillos que suelen encantar a los grandes filósofos y que son a la vez obvios y profundos. Recomienda Hegel considerar una verdad palmaria, incontrovertible: por ejemplo, que ahora es de día. Pues bien, dice, anotemos en un cuaderno esa certeza -"ahora es de día"- y partamos a nuestras obligaciones acostumbradas. Más adelante, al volver a mirar la línea que hemos escrito, nos aguarda una sorpresa: la verdad indudable se ha convertido en no menos indudable falsedad, porque ahora es de noche. ¿Qué ha pasado? Pues el tiempo: sólo el tiempo se ha encargado de desengañarnos.

Me acordé de esta lección hegeliana, tan sabida y tan olvidada, al leer un reciente artículo de mi amigo Javier Tusell (Péndulos despendolados, EL PAÍS, 19 de agosto) en el que suscribía los intentos del PSOE por reforzar y reformar el mapa autonómico de España, así como me reprochaba cordialmente condenar a los socialistas que pretenden dejar una "pista de aterrizaje" abierta al PNV, para cuando a los burukides se les pasen las ganas de volar a ciegas. En tal actitud mía, como en la semejante de Jaime Mayor Oreja, veía un cierto pendulear despendolado paralelo al péndulo patriótico de los nacionalistas desde el autonomismo al independentismo. No digo que, al menos en mi caso, no se haya dado tal oscilación: como he contado en la autobiografía que Tusell menciona con amable encomio, hace veinte años apoyé sin rodeos la colaboración del PSE con el PNV en el Gobierno de la comunidad, acepté una invitación de la Fundación Sabino Arana, colaboré en Egin y defendí la legalización de Batasuna como partido político, entre otras cosas. ¿Qué ha pasado de entonces hasta ahora? Pues eso, veinte años. Por no hablar de los cientos de muertos y de abundantes desplantes o connivencias sospechosas que contribuyeron a convencerme de que los nacionalistas vascos tenían más fe que buena fe. Nada tiene de malo, por ser muy humano, equivocarse de vez en cuando: lo malo es insistir. No creo que pueda calificarse de "pendular" la conducta del médico que primero recomienda bicarbonato al paciente que se queja de dolores de estómago y luego, al ver que empeora y convencido de que padece un cáncer, decide operarle...

F. Savater, 2003-09-02

El Correo: En este País Vasco de nuestros pecados tienen muy buena prensa las generalidades rimbombantes sobre el ámbito de decisión vasco o el diálogo y en cambio se cortocircuita de inmediato cualquier propuesta política concreta que exija un poco de imaginación a los partidos. Se deplora la lucha armada -o por lo menos la mayoría la deplora-, pero no se practica en serio la lucha política, que es lo que debe sustituirla. Al contrario, no se oyen más que lamentos por la falta de acuerdo entre los partidos políticos, como si los partidos se hubieran inventado para que todo el mundo estuviese de acuerdo y no para articular de modo civilizado las diferencias de criterio en una sociedad pluralista. En cuanto alguien se atreve a criticar una forma política de pensar -con datos, con argumentos, con citas nefastas de sus líderes- es acusado de satanizar a tales adversarios y de formar parte de una conspiración mediática contra ellos, pues por lo visto sólo es verdaderamente democrático darle la razón a quien creemos que no la tiene como si estuviese loco.

Si se pide al vecino que aclare pormenorizadamente cuál es su propuesta política, para ver si nos gusta o no, se revuelve diciendo que no le apetece hacer strip-tease. Si a quien dice que la solución de la violencia debe ser dialogada se le pregunta sobre qué hay que dialogar y con quién, a fin de que tal diálogo no sea el rescate pagado a los violentos por dejar de amenazarnos (lo que convertiría en perpetua la amenaza que transitoriamente hoy padecemos), se nos tachará de inmovilistas y de formar parte del frente de la firmeza, asociación de malhechores cuyo presidente honorario parece ser Ricardo Sáez de Inestrillas. Si a los que dicen que hay que hacer algo a toda costa porque así no podemos seguir se les pide que concreten en que consiste ese algo, recordándoles que fue esa misma urgencia la que dio origen infausto a los GAL, se nos llamará fetichistas de la constitución. Ahora hay bastantes que predican la necesidad de introducir racionalidad en nuestro sempiterno conflicto, pero cuando se les solicitan algunas razones orientativas de tal racionalidad -no muchas, una o dos bastarían- se muestran tan edificantes y etéreos como el Papa criticando el hedonismo de la sociedad moderna en Ruanda. Y, claro, así vamos.

Uno de los temas sobre los que se hace permanentemente más retórica es el de la autodeterminación. Según algunos se trata de un derecho importantísimo cuyo reconocimiento urge para liberar al pueblo vasco. Otros piensan que nadie puede dar o quitar tal derecho, que es natural para todo pueblo (aunque vaya usted a saber quién decide lo que es un pueblo) y que lo importante es tener la facultad política de ejercerlo. Arzalluz cambiaría nuestro amplio Estatuto de autonomía con tal de poseer el derecho de autodeterminación que se les ha concedido a los habitantes del Ulster y que les permite optar por seguir en el Estado inglés o por integrarse en el Estado irlandés... aunque no por formar un nuevo Estado independiente. Según Arzalluz, es estupendo que las comunidades estén dentro del Estado con la gabardina puesta y el sombrero a mano, por si de pronto quieren levantarse e irse. O mejor, amenazando constantemente con marcharse, porque si se van de una vez ya no sé de qué van a vivir políticamente los nacionalistas a no ser que la marcha sea reversible y haya vaivén. En fin, a lo mejor tiene razón.

Otros pensamos que los ciudadanos vascos disfrutamos ya de autodeterminación como el resto de los españoles (frente a franceses, suecos o estadounidenses) dentro de lo que hoy tal categoría soberana resulta compatible con la globalización económica y la mundialización de las comunicaciones. Y sospechamos que la perpetua reivindicación de autodeterminación no es tan importante como otros problemas evidentes que sufrimos: la violencia terrorista, la quiebra de la convivencia, el paro, las deficiencias educativas... Pero puede que nos equivoquemos.

En cualquier caso, sería bueno concretar un poco todo este asunto tan gaseoso. De modo que no me parece un mal primer paso exponerle a la gente las opciones posibles y ver qué piensan los ciudadanos concretos en nombre de cuya libertad de decisión tantos hablan y algunos matan. El pasado mes de abril, Democracia Foral de Alava (grupo escindido de Unidad Alavesa) presentó en el Parlamento vasco una proposición de ley con objeto de que el Gobierno autonómico realice una consulta popular el mismo día que las elecciones del próximo octubre con la siguiente pregunta: ¿Desearía usted ser consultado en referéndum sobre la independencia de Euskadi? A tal cuestión podrían responder que no quienes no se interesen políticamente por ese tema y afirmativamente tanto los que desean la independencia como quienes estamos deseando saber en qué consistiría tal independencia y cuántos independentistas efectivos hay.

Si dicho referéndum fuese solicitado mayoritariamente, prepararlo será una excelente ocasión para que cada partido precise sin ambigüedades su postura ante el tema de fondo de la autodeterminación. Si se rechaza la consulta, puede ser una buena ocasión también para cambiar de tema. En fin, que quizá nos aclaráramos un poco. Pero por lo visto ni nacionalistas ni no nacionalistas están interesados por esa iniciativa política, cuya posibilidad de prosperar parlamentariamiente parece ser nula. Me gustaría saber por qué. Aunque quizá también ese rechazo sea altamente significativo...

F. Savater, 1998-06-14

Debates del Parlamento Europeo: Señoras y señores parlamentarios: ante todo, la iniciativa ciudadana ¡Basta Ya! desea expresar su gratitud a este Parlamento por el honroso reconocimiento que hoy nos confieren. Es una distinción tanto más notable por cuanto no somos una prestigiosa ONG ni un movimiento institucional veterano sino sencillamente un grupo de ciudadanos de distintas procedencias, sin jerarquías burocráticas ni apenas aparato organizativo, que empezamos a marchar juntos hace poco menos de un año. Entre nosotros hay profesores y obreros, cargos públicos y simples particulares, religiosos y laicos, sindicalistas, empresarios, militantes pacifistas, artistas, trabajadores de los medios de comunicación, gente cuyo nombre es muy conocido y muchas personas nada célebres: les confieso que formamos un conjunto un poco anárquico. No tenemos ningún afán de protagonismo histórico, ni siquiera de perduración a toda costa: ¡ojalá que nuestra iniciativa dejase mañana mismo de ser necesaria y pudiera volver cada uno de nosotros en paz a su vida cotidiana!

Sabemos que personalmente no somos importantes, pero creemos que es importante lo que nos une y moviliza: el rechazo del terrorismo criminal de ETA y el apoyo explícito al Estado de derecho español, hoy amenazado por un proyecto totalitario de secesión violenta. Hemos salido a la calle y hemos alzado nuestras voces porque estamos convencidos de que, cuando la democracia está en peligro, los ciudadanos no pueden refugiarse en su anonimato y esperar mansamente a que todo se resuelva en las altas esferas del poder político. No queremos sustituir a las instituciones legítimamente establecidas sino urgirlas a que protejan nuestros derechos y nuestras libertades sin concesiones al terror. Nos hemos movilizado, señoras y señores parlamentarios, por solidaridad con las víctimas del fanatismo ideológico asesino y también en defensa propia contra él.

Y es que vivimos una situación tristemente insólita en la Europa democrática. El País Vasco no es un territorio exótico, agobiado por las injusticias y desigualdades como tantos lugares del llamado Tercer Mundo, sino una de las regiones más desarrolladas y con más equilibrada calidad de vida de la comunidad europea. Dentro del Estado español la comunidad vasca disfruta de una amplísima autonomía, con Gobierno y Parlamento propios, pleno control de su fiscalidad, competencias educativas bilingües, dos cadenas propias de televisión (una de ellas en euskera), etcétera... Sin duda los vascos padecieron importantes violaciones de su libertad política y cultural durante la dictadura de Franco, como el resto de los ciudadanos españoles. Pero a partir de la instauración de la democracia se hizo un extraordinario esfuerzo de reconciliación en todo el país, comenzando por una amnistía general para los delitos de motivación política cometidos durante el periodo franquista que permitió hace más de veinte años reintegrarse en la legalidad a todos los miembros de ETA que lo desearan, incluso aunque tuvieran responsabilidad en hechos sangrientos. Sin embargo la actividad de ETA no ha cesado desde entonces y ya contamos más de setecientas víctimas mortales durante la etapa democrática.

Hoy en el País Vasco no hay seguridad ni libertad de expresión o asociación política para gran parte de los ciudadanos. Los cargos electos no nacionalistas son asesinados, así como empresarios, periodistas, miembros de las fuerzas de orden público o simples particulares que se hayan manifestado de cualquier modo contra el proyecto de imposición independentista. Y no sólo se trata de asesinatos: se han quemado numerosos establecimientos, viviendas y vehículos, se extorsiona cotidianamente a los comerciantes y profesionales, se hostiga y amenaza de mil maneras a quienes son considerados "españolistas", es decir, a quienes se atreven a manifestarse públicamente a favor del Estado de derecho constitucionalmente vigente. Mucha gente se ve obligada a marcharse para evitar males mayores o porque no soporta la presión del ambiente de intimidación. Otros muchos deben resignarse a vivir acompañados de escoltas policiales y no pueden pasear libremente con sus hijos por la calle o asistir sin todo tipo de precauciones a los locales públicos. En el País Vasco, en plena Europa democrática, tenemos actualmente docenas de Salman Rushdies. Reina el miedo, un miedo palpable en la vida cotidiana que hace hablar en voz baja o disimular lo que se piensa, como en los peores momentos de la dictadura franquista.

Nosotros, los miembros de la iniciativa ¡Basta Ya!, sabemos que ETA es sin duda la principal culpable de estos males pero también estamos convencidos de que ETA no es un fenómeno aislado y que su perpetuación se debe a un clima político del cual son en parte responsables las autoridades nacionalistas que gobiernan el país desde hace más de veinte años. Los etarras no son extraterrestres llegados de otro planeta para hacer el mal sino jóvenes educados en el fanatismo étnico, en el odio a más de la mitad de sus conciudadanos y a todo lo considerado "español", jóvenes a quienes se ha imbuido una historia distorsionada y una antropología demencial que les hacen creerse víctimas y les convierten así en verdugos. Naturalmente aceptamos que los nacionalistas vascos puedan proponer por vías pacíficas la creación de un nuevo Estado independiente que nunca antes existió, pero rechazamos que ese proyecto político de un determinado partido se presente como el derecho inalienable de todo un pueblo, convirtiéndose así de modo indirecto en justificación de los violentos.

Tampoco parece prudente la permanente búsqueda en el pasado histórico y aún prehistórico de agravios que justifiquen la ruptura de las comunidades democráticas actuales o pretendan demostrar la incompatibilidad de quienes de hecho ya viven juntos desde hace siglos. Como demuestra tristemente la experiencia de otros lugares de Europa, por tal camino siempre se encuentran finalmente justificaciones para el enfrentamiento bélico. Es algo contra lo que ya prevenía hace siglos uno de los primeros pensadores de la Europa unida, Erasmo de Rotterdam, cuando comentaba en sus adagios: "Si un título cualquiera se considera causa idónea para emprender la guerra, a nadie -en medio de tantas vicisitudes de los asuntos humanos, de tantos cambios- le podrá faltar un título. ¿Qué pueblo no ha sido alguna vez expulsado o no ha expulsado a alguien de su territorio? ¿Cuántas veces se ha emigrado de un sitio a otro? ¿Cuántas veces se han desplazado de aquí para allá los imperios por el azar de los tratados? ¡Que los paduanos reclamen hoy el suelo troyano ya que Antenor en otro tiempo fue troyano! ¡Que los romanos reclamen África y España, pues alguna vez fueron romanas! Llamamos dominio hereditario a lo que es administración electiva. No se tiene igual derecho sobre los hombres -libres por naturaleza- que sobre los ganados" (del comentario al adagio La guerra atrae a quienes no la han vivido).

Señoras y señores parlamentarios, como demócratas somos desde luego partidarios del diálogo entre los diversos partidos democráticos porque en tal diálogo permanente consiste la democracia misma. Pero precisamente por vocación de diálogo democrático rechazamos que éste pueda venir forzado por el terrorismo violento, que la agenda política de los ciudadanos la establezcan quienes trastornan los usos de la convivencia pacífica y que las leyes consensuadas parlamentariamente deban cambiarse a gusto de los asesinos como rescate para que dejen de matar. Queremos vivir en paz pero también queremos vivir en libertad; nos negamos a sustituir el Estado de los ciudadanos por el Estado de las etnias. Por eso hemos salido a la calle para defender los principios constitucionales y gritar a los terroristas: ¡Basta ya! Y también por eso, además de agradecer el reconocimiento de este Premio Sajarov, invitamos a los miembros del Parlamento europeo a visitar el País Vasco, no los despachos oficiales sino las calles, los bares, los comercios, las empresas, las pequeñas localidades, las aulas, para que conozcan de primera mano y sin injerencias propagandísticas cómo se vive amenazado, extorsionado, sin derecho a la libre expresión de las ideas. Que comprueben por sí mismos la verdad de lo que denunciamos y después que no lo olviden y que nos ayuden a luchar contra esta lacra que toda la Europa democrática debe sentir como propia.

F. Savater, en la recepción del "Premio Sajarov" del Parlamento Europeo. 2000-12-13

El País: No: rotundamente, no creo que La pelota vasca de Julio Medem tenga como objetivo oculto ni siquiera como efecto involuntario la justificación del terrorismo etarra en el día de hoy. Por el contrario, la obcecación de los que siguen insistiendo en la lucha armada queda puesta en evidencia en el documental. Se han pasado de rosca, son reos del pasado. Los otros males insistentemente denunciados son las torturas y excesos de las fuerzas de seguridad del Estado y la línea política del PP. Coincide así el planteamiento ideológico del director (que lo tiene y bastante obvio: lo de la "mirada limpia" queda para la publicidad) con el pensamiento dominante en el País Vasco gobernado por los nacionalistas con ayuda de IU. Algunas realidades que, desde esta óptica, resultan incómodas para el PNV son evitadas: por ejemplo, la nómina de guardias civiles y policías nacionales asesinados (las torturas son probables, los sacrificios humanos irrefutables), el espectacular ascenso en votos del PP en Euskadi (en los últimos veinte años, de fuerza casi marginal a segunda del país), el punto de inflexión que representó el asesinato de Miguel Ángel Blanco en cuanto a reacción popular, las manifestaciones multitudinarias organizadas por ¡Basta Ya! a favor del Estatuto y la Constitución o contra el nacionalismo obligatorio, etcétera. En el documental aparece como única ilustración sobre la enseñanza en el País Vasco una escena franquista de maestro castigando a los niños que hablan en euskera pero ningún testimonio de otros atropellos educativos más cercanos del "florido pensil" euskaldún actual. Tampoco se recaba la opinión ni se levanta acta de los múltiples exilados por razones de fuerza mayor en los últimos años. Y no deja de ser curioso que, salvo Mariano Ferrer, los periodistas que aparecen en pantalla viven todos fuera del País Vasco (el testimonio de Arantxa Urretavizcaya, entrevistada para la filmación, no fue conservado en el montaje final).

En cualquier caso, se trata de una opción del director y que como tal debe ser tomada. A uno pueden gustarle poco las abundantes ilustraciones rurales y etnicistas, que reeditan la línea de la clásica Ama Lur y más atrás la estética de las demostraciones sindicales franquistas del Primero de Mayo (la mayoría de nuestros nacionalismos parecen ser la "rebelión en la granja" de aquellos coros y danzas), pero no se le puede negar a Medem su derecho a tal enfoque y su habilidad para llevarlo plásticamente a buen término. En cuanto a las entrevistas propiamente dichas, hay alguna revelación sublime como la de Arnaldo Otegi, según el cual la vida se hará insoportablemente aburrida el día que los niños de Beasain coman hamburguesas, hablen inglés y estén conectados a Internet en lugar de contemplar las montañas. ¡Vaya por Dios! Creíamos que luchaban contra España por su opresión imperialista y ahora resulta que la toman por la culpable de la modernidad. Hace poco me contaba Amando de Miguel que uno de los gritos de los primeros carlistas era "¡Abajo las patatas!". Por lo visto consideraban a este tubérculo ultramarino una amenaza foránea para la dieta autóctona y racial. Hemos pasado de las patatas a Internet, pero el espíritu abierto e ilustrado del etnicismo vasco sigue siendo el mismo...

Y ello nos lleva al viejo problema del "diálogo", que tanto continúa preocupando a Medem y a muchos de sus entrevistados. Que el diálogo es cosa muy buena resulta ya algo comúnmente aceptado, en lo que se basan por ejemplo los parlamentos democráticos. Y en el País Vasco se ha practicado mucho desde la época de la transición a todos los niveles, hasta que se empezó a asesinar o amenazar de muerte a los dialogantes que no daban la razón a los nacionalistas. Eso enfrió un tanto los entusiasmos de primera hora, hay que reconocerlo. De tales ex dialogantes se ocupó, por ejemplo, José Antonio Zorrilla en su documental Los justos, que entrevista a numerosos amenazados, víctimas del terrorismo, empresarios, periodistas, exilados, profesores que ya no profesan, etcétera. Alguno de sus entrevistados, como Joseba Pagaza, hablaron por última vez ante su cámara antes de ser asesinados. La ETB y las demás televisiones nacionales (a excepción de Vía Digital, que pasó el documental en su canal de pago a una hora algo remota) mostraron nulo interés por este documento, mucho menos desde luego que por el de Medem. Tampoco alcanzó mayor notoriedad Sin libertad, de Iñaki Arteta, cortometraje premiado en Nueva York y en Hollywood pero que sólo aportó a su realizador pasar de trabajar en la Diputación de Vizcaya a cobrar el paro. Y ni siquiera ha tenido la suerte de que se solidarizasen con él los habituales "abajo firmantes" que tanto se preocupan por el indoloro linchamiento de Julio Medem.

De modo que el diálogo en Euskadi es cosa difícil y no sólo por culpa del intratable Aznar. Realmente, La pelota vasca constituye un alegato más bien en contra del diálogo que a favor, por lo inútil que evidentemente resulta yuxtaponer opiniones contradictorias mientras se mantiene como telón de fondo una realidad que por lo visto es inmune a cualquier transformación política o social. Porque las opiniones sencillamente no bastan. Por ejemplo, cuando salen a escena en el documental cuatro o cinco historiadores hablando de si hubo alguna vez tal cosa como un Estado vasco, para uno nunca existió, el siguiente cree que duró treinta años, otro dice que cuatro siglos y así. Si sobre cuestiones de hecho y del pasado reina esta concordancia, imaginemos lo que sucederá cuando se intenta interpretar políticamente la situación presente... Las palabras mismas no parecen significar lo mismo para todos: Sádaba considera "ultranacionalismo" que en la Constitución Española se parta de la unidad de España, como si hubiera constituciones que preconizasen la disgregación de lo que van a constituir. Y, ya fuera del documental, el lehendakari Ibarretxe asegura que no es un "trágala" ese plan que propone y está dispuesto a sacar adelante digan lo que digan las Cortes, los tribunales, la Constitución y quien se le oponga.

Los que se hacen los mártires por la que les cae encima cuando hablan de "diálogo" deberían aclarar si es también diálogo llevar la contraria al nacionalismo y no sólo darles la razón: porque hasta el momento en Euskadi sólo es "dialogante" quien acepta el esquema básico peneuvista y proclama que hasta de los abusos del Gobierno autonómico tiene la culpa el autoritarismo centralista. "Dialogar" no creo que sea repetir por enésima vez lo del choque de trenes entre el nacionalismo vasco y lo que Sádaba considera "ultranacionalismo" constitucional: pero si ésa es la disposición dialogante, entonces tienen razón quienes aseguran que algunos no queremos dialogar.Ahora, según nos anuncia Arzalluz metido a comadrona, se nos viene encima una criatura, engendrada por los dogmas sabinianos y la violencia etarra. Una criatura que lleva mucho tiempo gestándose (aunque los que avisamos del embarazo fuimos acusados en su día de crispar) y que se nutre de la invulnerabilidad y prepotencia con que se han movido siempre los nacionalistas: en el fondo, el plan Ibarretxe no pretende más que convertir en derecho lo que de hecho se lleva practicando ya más o menos en el País Vasco desde hace mucho, ante la indiferencia, la ceguera o la complicidad de quienes podrían haberlo evitado a tiempo. Ahora ya se habla de "frente nacionalista" con toda tranquilidad, mientras que aun ayer los "frentistas" éramos quienes pretendíamos que al menos hubiese acuerdo entre los no nacionalistas para defender la Constitución y las instituciones estatales, no sólo para condenar la violencia.

En fin, de nada vale llorar sobre el pasado y la leche que empezó a derramarse hace tanto, en los tiempos complacientes que hoy algunos echan de menos, cuando los nacionalistas se limitaban a hacer lo que les daba la gana pero sin pretender convertir todavía su real gana en ley explícita para todos. La pregunta es ¿qué vamos a hacer ahora ante la criatura? Porque no sabemos si será niño o niña, ni si querrá más a su aita o a su ama, pero lo único seguro es que sus primeras palabras volverán a ser las de siempre: "¡Abajo las patatas!".

F. Savater, 2003-10-04

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