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Álbum de recortes

Cosas para no olvidar

Página 12: En 1940, debido al contagio o a la presión de la Alemania nazi, o a sus propias convicciones, el gobierno búlgaro hizo votar en la Asamblea Nacional la Ley de protección de la Nación, que imponía a los judíos severas restricciones: pérdida en muchos casos de sus viviendas, trabajos forzosos y, por supuesto, el uso obligatorio de la estrella amarilla. Los intelectuales más conocidos de Bulgaria firmaron un manifiesto, e inmediatamente llovieron manifiestos de organizaciones profesionales, políticas y religiosas ante la Asamblea Nacional. La ley se promulgó de todas maneras, pero fue boicoteada por la población. Tanto los funcionarios como el público y los propios judíos ignoraron la obligación de llevar la estrella de David.

La noticia de que se avecinaba una deportación masiva provocó también una reacción masiva. En la capital, Sofía, estallaron grandes manifestaciones callejeras en contra de la deportación, lideradas por los jefes de la Iglesia Ortodoxa Búlgara. Dimitur Peshev, el vicepresidente de la Asamblea Nacional, era un político de la derecha radical gobernante y sin embargo, él y otros cuarenta y dos diputados, arriesgando vidas, haciendas y carreras políticas, firmaron una declaración en contra de las deportaciones.

El rey Boris y el primer ministro Filov vacilaron. Incapaces de enfrentar la reacción generalizada, postergaron las deportaciones y casi inmediatamente las suspendieron, enfrentando a los alemanes. Ninguno de los tristes trenes de la muerte partió de Bulgaria desde agosto de 1943.

Fue la decisión de la población en 1943 y básicamente la firme postura de la Iglesia Ortodoxa, la que impidió el genocidio de los judíos búlgaros. Casi no vale la pena hacer comparaciones con el papel del papa Pío XII durante el Holocausto, o la vergonzosa actitud de la Iglesia argentina durante la dictadura militar. Pero es una historia que en general se ignora (dado que el posterior gobierno comunista de Bulgaria la borró puesto que había sido obra de un partido de derecha), pero es una historia que merece ser contada.

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