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globalización

globalización La Opinión: Los miles de manifestantes que se oponen al Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y a la globalización tienen un serio reto: que sea su mensaje (antiglobalizador, a favor de la gente y el medio ambiente) el que se destaque y no sus creativas e inusuales tácticas de protesta. Si sólo uno de la treintena de ministros de comercio del continente americano (que se reúnen en Miami para hablar del ALCA) le preguntara a uno de los líderes de las protestas por qué se opone a la globalización, quizás la respuesta más clara y directa sería: es por la pobreza, estúpido (parafraseando el ya famoso lema de la campaña que llevó a Bill Clinton a la presidencia en 1991: it's the economy, stupid). El malestar en la globalización (para utilizar el título del libro del premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz) surge por la percepción de que la internacionalización del comercio, la apertura de mercados y los cambios estructurales que hemos vivido durante dos décadas en América Latina, lejos de generar más riqueza, han creado más pobres. Las estadísticas son contundentes. La globalización no ha sido un juego limpio. Ha beneficiado enormemente a las corporaciones transnacionales y protegido a los trabajadores de los países más ricos. Un ejemplo. Desde 1978 Estados Unidos le ha dado más de 300 mil millones de dólares a sus agricultores en subsidios. Cada uno de estos agricultores estadounidenses recibirá anualmente un chequezote del gobierno por 21,111 dólares. Con esos subsidios es imposible que un campesino mexicano, dominicano o centroamericano pueda competir con las grandes compañías de Estados Unidos, dedicadas a la agricultura, que concentran la mayoría de esa injusta ayuda gubernamental.

No ganamos nada con pedir un alto a la globalización. Eso no va a ocurrir. La globalización es y será el modelo económico predominante en el mundo por décadas. Sin embargo, sí es preciso compensar sus desventajas y corregir sus abusos.

Analítica: Los manifestantes contra la globalización y el ALCA ocuparon parcialmente las calles del centro de Miami. Gritaban sus consignas sobre la protección de puestos de trabajo en EEUU y también de los trabajadores en los países pobres. Ellos quieren proteger a las naciones en desarrollo del imperialismo cultural, político y económico. Pero, ¿quién protege a los países pobres de las pésimas ideas de estos manifestantes? Mientras los opositores marchaban por las calles, los ministros de comercio proseguían sus negociaciones. Los ministros de Ecuador, Colombia, Bolivia y Perú declararon con optimismo en una rueda de prensa sobre la decisión de EEUU de negociar un pacto de libre comercio bilateral con esas naciones andinas.

Luego de varios años en el poder, Chávez sí ha logrado reducir la desigualdad en Venezuela, pero lo ha hecho empobreciendo a la gran mayoría de los venezolanos: igualando hacia abajo. Eso, claro está, no lo toman en cuenta los manifestantes, quienes prefieren la retórica en vez de ver la realidad. Así, los gobernantes de países como Venezuela y Brasil que se oponen a las iniciativas de apertura por parte de Washington son proclamados como verdaderos héroes. Y las denuncias contra el imperialismo jamás toman en cuenta que aquí en Miami encontramos un restaurante cubano a cada cuatro o cinco cuadras, pero que en La Habana no hay un solo McDonald's. Es impresionante como los manifestantes apoyan todo aquello que hace más pobre a los pobres del mundo, a la vez que tratan de imponernos sus propias reglas para el intercambio cultural y económico.

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